De Todo un poco...
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Mensaje por Machucarules Lun 19 Dic - 2:16

Esa mañana caía un pequeño diluvio cuando Sebastián Sena bajó de su limusina, lo cual lo impulsó a caminar más rápido de lo normal por el estacionamiento. Entonces escuchó un sonido extraño que provenía debajo de un coche y se agachó para encontrar un pequeño cachorro que temblaba y estaba algo mojado. Sebastián lo tomó y lo acomodó dentro de su chaqueta.
Sebastián: Nomás no te muevas, ok?
Javier: ¡Sebastián!
Sebastián se estremeció al escuchar aquella voz y dio media vuelta para encontrarse con él.
Javier: Tranquilo, no sé por qué piensas que voy a hacerte algo malo...
Sebastián: ¿No sabes?
Javier: Ok, tal vez sí sé... pero no vine aquí a revivir el pasado.
Javier miraba tiernamente a Sebastián y cada que daba un paso hacia él, Sebastián retrocedía otro.
Javier: Debo ir a la sala de maestros, hablaremos más tarde...
Sebastián: ¿Qué te hace pensar que aceptaré hablar contigo?
Javier sonrió, Sebastián apenas recordaba lo guapo que era y la hermosa sonrisa que tenía.
Javier: Que sé que no quieres que le pase algo a Luisana Silva; a su hermano, Mario; ni a Cinthia; o a Ismael; ni a Samuel Morales; ni siquiera a Saúl Salziso, o a su amigo Omar; a tu tía que ahora está en tu casa; a tu sirvienta; o a “Georgie”... ¿verdad?
Los vellos de Sebastián se erizaron mientras Javier se acercaba a él discretamente.
Javier: Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Tú eliges...
Javier siguió caminando y Sebastián abrazó un poco más fuerte al cachorrito que ocultaba, aguantando al mismo tiempo las ganas de llorar.

Track #18: Sexo, pudor y lágrimas
Mario Silva caminaba por los pasillos de la Facultad cuando vio a su hermana arrancando un papel de la vitrina de anuncios, tenía un montón de ellos en su mano y parecía estar molesta y desesperada.
Mario: ¿Qué haces?
Luisana se sobresaltó y ocultó los papeles de su hermano.
Luisana: Nada, es... nada.
Mario: ¿Qué tienes ahí?
Mario le arrebató los papeles a su hermana y traté de mantener la calma en cuanto los vio. Cada uno de ellos contenía una fotografía de él editada donde aparecía con los labios y ojos pintados, una peluca que lo hacía parecer travesti y a su alrededor, en letras grandes y llamativas, se leía: “Puta”, “La prosti de FAE”, “Mamadas a $1”, “Paquete completo $3 sin límite de tiempo”.
Luisana: Son solo... no les hagas caso.
Mario: ¿Dónde los encontraste?
Luisana: ...por toda la escuela.
Luisana bajó la mirada y Mario aplastó todos los papeles en su mano.
Jaime: ¡Hey! aquí están los tres pesos... Jajajaja.
Jaime sostenía otro de los papeles mientras se burlaba de Mario, éste no lo soportó y se fue contra él empujándolo hacia un muro.
Mario: ¡Fuiste tú! ¡¿Verdad?!
Jaime: ¿Qué? ¿No fuiste tú? Es muy buena publicidad.
Mario: ¡Déjate de chingaderas!
Luisana: ¡No! ¡Ya!
Luisana alejó a Mario de Jaime y trató de calmarlo.
Mario: ¡Eres una mierda!
Jaime: ¿Y tú no?
Jaime se alejó, aún burlándose y Mario apartó a Luisana mientras caminaba a su clase.

Alicia se estaba acomodando la blusa mientras Omar la admiraba recostado en la cama, entonces sintió la necesidad de decir algo que nunca antes había dicho.
Omar: Te amo...
Alicia volteó a verlo y lanzó una carcajada que resonó en sus oídos.
Alicia: No seas estúpido, no me amas... sólo sientes eso ahora porque nos estamos acostando. Ahora vístete, ¿no se te hace tarde para la escuela?
Omar se sintió un poco mal y comenzó a vestirse.
Omar: ¿Cómo sabes que es por eso? ¿Experiencia?
Alicia: Algo así... y en realidad, aunque lo sintieras, eso no se dice. Esas palabras siempre traen problemas tanto para ti como para el que las escucha.
Alicia tomó sus llaves y se acercó a la puerta de la habitación.
Alicia: Cierra bien la puerta cuando salgas... hasta el viernes.
Alicia se fue y Omar sonrió mientras ansiaba que el viernes llegara.

Saúl caminaba cabizbajo hacia su clase cuando vio uno de esos anuncios que se burlaba de Mario. Lo arrancó de la pared y entonces escuchó la voz de Sebastián.
Sebastián: Hola, Individuo^^
Saúl: ¿Qué quieres?
Sebastián: Uuy, uno ya no puede ser amable¬¬ namás te saludaba antes de pasar un día más soportándote...
Saúl: ¿Qué escondes?
Sebastián dejó salir la cabeza del cachorrito de su chaqueta.
Sebastián: Se estaba mojando...
Saúl lo acarició y sonrió un poco. Sebastián notaba que ni siquiera tenía interés en insultarlo o seguir peleando con él y que además llevaba la mano vendada, era obvio que algo le pasaba.
Sebastián: ¿Qué te pasó?
Saúl: Me corté...
Sebastián: ¿Has hablado con el muchacho ése?
Saúl: ¿Cuál?
Sebastián: el que te dijo que te ama... en el baile.
Saúl dejó de acariciar al cachorro y miró hacia otro lado.
Saúl: Eso no te importa.
Sebastián: Sí, tienes razón... pero a mí no se me olvidan las cosas. ¿Recuerdas mi limonero?
Saúl volvió a mirarlo y recordó el día en que fue a casa de Sebastián por primera vez.
Saúl: Sí, ¿qué tiene?
Sebastián: Me dijiste que aunque ese limonero fuera lo único que tenía, era mío... y por eso era valioso y debía cuidarlo y así.
Saúl: Ajá, sí me acuerdo.
Sebastián: Bueno, ¿qué es lo que tienes tú, Individuo?
Los ojos de Saúl se empañaron.
Saúl: Nada... ya lo perdí todo.
Sebastián: Mmmm, yo no creo eso. Piensas así porque estás viendo lo que perdiste como lo único importante en tu vida, piensa en todo lo que queda y vas a ver que tengo razón.
Sebastián sonrió y el cachorrito lanzó un pequeño ladrido.
Sebastián: ¿Ves? Hasta él sabe que tengo razón, como siempre.
Saúl: Jaja, ¿no tiene nombre?
Sebastián: Nop... ponle uno.
Saúl: ¿En serio? mmm... ¡Kero!
Sebastián: ¿Kero? O.o ¿es una de esas cosas de otakus, verdad?¬¬ ash, whatever.
Saúl: ¿Te lo vas a quedar?
Sebastián: Sí, tengo un jardín enorme que le va a encantar^^ pero no sé cómo le voy a hacer para que se quede callado en la clase y Georgie ya se fue...
Saúl: No estoy de humor para entrar a clase, si quieres yo te lo cuido hasta que Jorge venga.
Sebastián: Genial, ahorita le marco para que venga...
Sebastián dejó a Kero en los brazos de Saúl y se dispuso a seguir su camino cuando Saúl lo detuvo y lo abrazó con un solo brazo.
Saúl: Gracias, Sebastián.
Sebastián: Sí, sí, quítate que me pegas tus pulgas de Individuo >.<
Saúl lo soltó y ambos se alejaron mientras Javier, que los había visto, se acercaba a Saúl.
Javier: ¿A dónde crees que vas con eso?
Saúl se detuvo y lo miró asustado, mientras Kero temblaba en sus brazos.
Javier: Sígueme.
Saúl: ¿A dónde?
Javier: ¿Quieres que te reporten por andar con ese perro por aquí? ¡Ven conmigo!
Saúl no pudo negarse a seguirlo, Javier los guió hasta un cuarto pequeño que estaba tras los edificios de las aulas. Saúl nunca había entrado ahí y ni siquiera recordaba haberlo visto antes. Javier abrió la vieja puerta oxidada y entraron a un cuartito iluminado por un foco, la parte trasera de éste permanecía oculta por una cortina y las cosas se veían demasiado amontonadas.
Javier: Bienvenidos a mi casita...
Saúl: ¿Vive aquí? ¿De verdad?
Javier: Jaja, sí... háblame de tú, me haces sentir viejo.
Saúl: Perdón. ¿En serio vives aquí?
Javier: Pues, mira, soy soldado y volví hace poco de una misión y por azares del destino perdí la casa donde vivía. Pude pedir ayuda al ejército pero pregunté aquí y me ofrecieron esto hasta que consiga otro lugar... es algo temporal y además me permite llegar temprano a mi trabajo.
Ambos rieron.
Javier: Puedes dejar al perrito aquí, yo lo cuidaré bien hasta que terminen tus clases.
Saúl: ¡Gracias, profe!
Javier: Para ti soy Javier...
Javier le sonrió y Saúl se sonrojó mientras notaba un tono extraño en su voz que lo hacía sentirse nervioso y manipulable, no se sentía muy cómodo pero tampoco le molestaba. No podía evitar pensar que Javier le coqueteaba.
Saúl: Es que como eres mi maestro...
Javier: Soy un maestro “diferente”. Siéntate tantito.
Saúl sintió más nervios pero de todas formas se sentó sin siquiera pensarlo, era como si su conciencia se hubiera rendido ante la voz de Javier, pero no le importaba. Ambos se sentaron en un viejo sofá, el cual era el único mueble donde podían sentarse.
Javier: Vi que estabas platicando con este chavo... Sebastián Sena, ¿no?
Ese nombre destruyó el encanto que Javier había creado en Saúl y éste recobró su compostura.
Saúl: Sí, ¿qué tiene?
Javier: Mmm, es que él me preocupa... mira, yo le daba clases en la secundaria y desde entonces he pensado que es... especial.
Saúl tiró una leve carcajada.
Saúl: Sí, Sebastián es muy “especial”.
Javier: A lo que me refiero es que la muerte de sus papás a su corta edad y el haber crecido solo y todo eso puede estarle causando muchos problemas ahora.
Saúl: Pues yo creo que ahorita está muy bien gracias a su novio...
Javier sintió como la ansiedad recorría su cuerpo y centró cada parte de él en Saúl, quien se había callado repentinamente, como si hubiera dicho algo malo.
Javier: ¿Novio? ¿Cuál novio?
Saúl: No..., nada, me tengo que ir.
Javier: No, Saúl. No me malinterpretes... nomás quiero ayudarlo porque soy su maestro y si sé más sobre él...
Saúl se levantó mientras Javier trataba de contenerse con él y consigo mismo, pero su cuerpo le pedía hacer más.
Saúl: Deberías hablar con él, no puedo ayudarte.
Javier tomó la muñeca de Saúl de manera violenta e inesperada y el muchacho se asustó, mirando primero su muñeca y luego a Javier.
Saúl: Me... duele.
Javier lo soltó y sonrió tranquilamente.
Javier: Perdóname, soy militar y por eso suelo ser brusco... jaja. Nomás te iba a decir que gracias.
Saúl:...De nada.
Saúl se agachó para tomar a Kero.
Javier: Déjalo aquí, no le va a pasar nada... ven a recogerlo cuando te vayas a ir a tu casa.
Saúl: Sí, gracias. Pórtate bien, Kero, al ratito vengo.
Saúl salió del pequeño cuarto y Javier apretó sus puños con gran fuerza mientras trataba de sacar toda su ira.
Javier: Eres un pendejo, Saúl... debiste decirme más. Por poco creí que podías estar de mi lado, pero los dos nos equivocamos. Aunque tú cometiste un error más grande.
Javier sonrió, acarició a Kero y salió del cuarto para dirigirse a su clase.

Sebastián estuvo nervioso a lo largo de toda la clase de Tecnología e Informática, pero su maestro no pareció interesarse especialmente en él en ningún momento. Entonces la clase terminó y todos se levantaron para salir, excepto Sebastián a quien le había aparecido un mensaje en su monitor, donde se leía “Después de clases frente al Teatro Hamlet”. Sebastián miró a su maestro, quien se encontraba sentado en el escritorio y desde ahí lo miraba también pero de una manera que le hacía pensar que quería despedazarlo en ese mismo instante.
Samuel: ¿Qué haces?
Sebastián apagó el monitor rápidamente y se levantó.
Sebastián: ¡Nada!... vámonos ya.
Samuel: ¿Qué había ahí?
Samuel trató de encender el monitor nuevamente pero Sebastián se interpuso entre ambos.
Samuel: ¿Qué escondes?
Sebastián: ¡Ya te dije que nada! ¿Por qué siempre estás cuestionándome?
Samuel: Porque sé que hay algo que no me estás diciendo.
Sebastián: ¡Estoy harto de tus celos tontos!
Sebastián caminó hacia la puerta y salió mientras Samuel lo perseguía.
Cuando las clases se terminaron, Sebastián se encontró con Javier en el lugar indicado, estaba muy nervioso pero intentaría no demostrárselo. No podía hacerle saber que le temía.
Javier: Vi que te sigues llevando mal con el primo de tu amigo, aunque no alcancé a escuchar por qué discutían... Qué bueno que viniste.
Sebastián: ¿Qué quieres?
Javier: Mira, Sebastián, sé que han pasado cinco años y que es mucho tiempo, pero esta vez me quedaré para siempre. Así que lo que quiero es recuperar lo que perdí cuando me fui...
Javier se acercó un poco más a él.
Javier: Quiero que los dos lo recuperemos.
Sebastián: Eso no va a pasar nunca, Javier.
Javier: ¡¿Por qué no?!
Sebastián: Porque no quiero que pase... otra vez.
Javier: ¿Por tu noviecito? Sebastián, sabes que lo que tú necesitas es un hombre que te cuide y te haga feliz, no a un adolescente que se porta cariñoso...
Sebastián se sorprendió de lo mucho que Javier sabía de él y tuvo todavía más miedo.
Sebastián: ¡Él lo hace! Y aunque no fuera así, yo ya no necesito a nadie... por si no te diste cuenta, ya no soy un niño, soy un hombre.
Javier: Obviamente lo noté, pero sólo es tu apariencia. Sigues teniendo trece años, Sebastián.
Javier intentó tocar la cara de Sebastián, pero él la hizo hacia atrás y golpeó su mano.
Javier: ¿Quién es?
Sebastián: ¡Qué te importa! No quiero seguir hablando contigo.
Javier: Sebastián, me sorprende que no me conozcas. Sabes que vamos a terminar haciendo lo que yo quiera...
Sebastián se dio media vuelta y comenzó a caminar.
Javier: Voy a tenerte de vuelta como sea... y lo sabes.
Sebastián fingió no escucharlo y siguió caminando.

Ismael caminaba hacia el gimnasio cuando vio a Sebastián, ambos se detuvieron y él le sonrió tímidamente al ver que su amigo lo observaba fijamente sin decir nada.
Ismael: Hola, Seba... ¿Seba? ¿Sebastián?
Ismael se acercó un poco más a él y se dio cuenta de que Sebastián estaba temblando y que intentaba decirle algo sin poder pronunciar palabra alguna.
Ismael: ¿Qué te hizo?
Ismael abrazó a Sebastián sintiendo una gran impotencia al no saber lo que le sucedía y sin tener idea de cómo ayudarlo. Sebastián correspondió su abrazo y comenzó a llorar en su hombro.
Sebastián: Te-tengo mucho mie-miedo...
Ismael: No te va a hacer nada, tranquilízate, estás conmigo ahora... no lo voy a dejar. ¿Entiendes?
Sebastián recuperó la compostura y dejó de llorar, pero siguió abrazando a Samuel.
Sebastián: Hasta le he mentido a Samuel por su culpa... él no se merece que le esté haciendo eso. Quisiera tanto estar bien para poder demostrarle lo mucho que disfruto estar con él, para que conozca todo lo que puedo darle... no sé por qué tuvo que aparecer él ahora.
Ismael sufrió con cada una de las palabras. Abrazar a quien se ama mientras esa persona habla de la persona a quien ama, era como estar abrazando a un puerco espín.
Ismael: ¿Por qué no le dices la verdad?
Sebastián: Porque haría algo para defenderme... y sabes que es muy peligroso.
Ismael abrazó más fuerte a Sebastián y éste soportó las lágrimas que querían volver a salir. Mientras que Samuel los miraba desde el segundo piso y trataba de lidiar con sus celos.

Antes de comenzar el ensayo del Taller de Teatro de ese día, Alicia del Roble se paró sonriente frente a sus alumnos. Pero todos sabían que en realidad algo estaba mal.
Alicia: Bueno, como todos sabrán nuestro compañero Saúl dio unas declaraciones bastante fuertes en el baile de bienvenida. En ellas se mencionaba a cierto miembro de este taller que hizo cosas asquerosas, que no me quiero ni imaginar, con el antiguo Director del taller y gracias a eso es que pudo entrar aquí...
Mario sentía una incomodidad enorme, como si todo el teatro comenzara a empequeñecerse y lo aplastase. Los demás lo miraban discretamente, a excepción de Saúl quien no se sentía capaz de hacer nada.
Alicia: Así que Mario, en realidad no tienes ningún talento... o al menos no uno donde no te tengas que desnudar. Lárgate de aquí porque me das mucho asco y olvídate de volver a pisar este escenario.
Mario se quedó ahí parado un momento, mirando al vacío y recordando la primera vez que actuó ahí mientras había intentado fallidamente en arruinar la obra donde sus compañeros y él debutarían, recordó los ensayos, a Saúl abrazándolo secretamente en los camerinos, a su primer y único protagónico en “La Odisea”. Entonces se dio cuenta que todo eso se había terminado.
Alicia: ¿No entendiste? Estás expulsado del taller, vete.
Mario asintió con la cabeza y salió de ahí. Luisana fue la única que sintió el impulso de ir tras él, pero sabía lo que pasaría si se iba. Nadie ni siquiera se movió.

Sebastián llegó a su habitación a punto de quedarse dormido, se dejó caer en su cama y pensó en Javier. Tenía que encontrar una manera de alejarlo de la escuela, de él, de Samuel, de todos... pero sabía que tenía que esperar a que cometiera un error. Alguien tocó la puerta.
Sebastián: Pasa...
Samuel entró y cerró la puerta, Sebastián se levantó de la cama en ese mismo instante y comenzó a sacar libros de su mochila.
Sebastián: ¿Quién te dejó entrar?
Samuel: Tu tía, iba de salida...
Sebastián: ¿Qué pasó?
Samuel: Vine a hablar contigo.
Sebastián: No tenemos nada de que hablar.
Samuel: ¡Sí tenemos!
Sebastián: ¡No! ¡No! ¡Estoy muy enojado contigo! Se supone que eres mi novio, no un maldito policía naco.... ¡Me choca que no confíes en mí!
Samuel: ¡¿Que YO no confío en ti?! ¡Yo no soy el que te oculta cosas! ¡Yo no soy el que se la pasa abrazando al chavo del que estaba enamorado desde hace mil años! ¡Yo no soy el que se pone siempre a la defensiva siempre que me preguntas algo! ¡Y DEJA DE HACER ESO, CON UNA CHINGADA!
Samuel aventó la mochila de Sebastián al suelo y lo tomó de los hombros para que se miraran frente a frente.
Samuel: ¡Siempre hago lo que me pides! ¡Te trato lo mejor que puedo! ¡Siempre me quedo callado para no pelear contigo! ¿Y tú qué haces? Te portas igual o peor que antes de que me dijeras lo que supuestamente sientes por mí. ¿Y sabes qué? ¡ESTOY HARTO! ¿Quieres que te trate mal? ¿Así estás feliz? ¡Ok! ¡Entonces eso es lo que voy a...!
Sebastián se lanzó sobre él y comenzó a besarlo con una pasión que no había mostrado antes, Samuel le correspondió y ambos empezaron a acariciarse sus espaldas mientras caminaban hacia la cama con los ojos cerrados, Sebastián le quitó la camisa a Samuel sin mirar y Samuel desabotonó el pantalón de su novio con una mano... “y sucedió lo que tenía que suceder”.
Ya había oscurecido y ambos seguían metidos bajo las sábanas. Sus ropas y zapatos descansaban en el suelo y el cuarto se encontraba en completa oscuridad. Samuel y Sebastián estaban abrazados, haciendo nada más que sentirse y escuchar sus respiraciones.
Samuel: ¿Qué fue eso?
Sebastián: ¿Qué cosa? o.o
Samuel: ¿Por qué reaccionaste así?
Sebastián: No sé... te viste sexy, supongo.
Samuel sonrió y abrazó más fuerte a Sebastián.
Samuel: ¿Fue... tu primera vez?
Sebastián negó con la cabeza.
Sebastián: ¿La tuya sí, verdad?
Samuel: Sí... es muy extraño, jaja. Oye... ¿sigues sintiendo algo por Isma?
Sebastián: Obvio, él es mi mejor amigo.
Samuel: ¿Pero de otra manera?
Sebastián: ...No, Samuel. Yo te amo a ti... ya te lo dije.
Ambos se besaron.
Sebastián: ¿Estás enojado?
Samuel: ¿Por qué?
Sebastián: Porque yo no era...
Samuel: No, para nada. Estoy seguro que con quien haya sido, debiste quererlo mucho. La verdadera pregunta es ¿y él a ti?
Sebastián: creo que sí me amaba, pero... a lo mejor demasiado.
Samuel: Nunca se ama demasiado.
Sebastián: A veces sí... pero no hablemos de eso.
Samuel: Ok... ¿y si mejor no hablamos?
Samuel comenzó a besar el cuello de Sebastián y éste sonrió mientras lo acariciaba.
Sebastián: Entonces no hablemos...
Y volvieron a sumergirse en la oscuridad.

Javier puso un plato con leche en el suelo y Kero se acercó para comenzar a lamerla.
Javier: Parece que se olvidaron de ti... no te preocupes, no significa que no te quieran. Es que los adolescentes siempre tienen tantas cosas en la cabeza, crecer es difícil ¿sabes?
Javier acarició la cabeza del cachorro.
Javier: ¿Qué vas a saber tú si no eres más que un estúpido animal? No tienes idea...
Kero lamió la mano de Javier en señal de agradecimiento por sus atenciones, entonces el cachorro recibió una patada que lo hizo caer al otro lado de la habitación. Inmediatamente buscó dónde esconderse.
Javier: ¡No vuelvas a lamerme, perro asqueroso!
Kero comenzó a sollozar del dolor físico mientras que Javier también lo hacía en su interior, pero él sufría mucho más que todo lo que el cachorrito pudiera sufrir en su vida. Y toda esa tristeza y frustración seguía acumulándose en el interior de Javier, haciéndolo cada día más peligroso.

Dos semanas habían pasado cuando Saúl y Mario fueron llamados a la Dirección. Ninguno de los dos había visto antes a la Directora de la Facultad. Era una mujer madura, con gran porte y una figura esbelta que cubría con ropa formal pero moderna. Parecía ser muy simpática y amable, pero los dos sabían que estar ahí no podría significar nada bueno.
Directora: Miren, me enteré de lo que pasó en el baile hace unas semanas, pero estuve ocupada y por eso no los llamé en cuanto me enteré. Aunque ahora se han inventado tantos rumores que no sé cuál es la versión verdadera de lo que sucedió. Ustedes hicieron de esto todo un escándalo.
Saúl: Yo quisiera...
La Directora lo calló con un ademán.
Directora: Saúl Salziso, por los movimientos obscenos que realizó en público durante el baile y por provocar a los asistentes al desorden, le daré una advertencia. Otra más y será expulsado.
Saúl: Ok.
Directora: En cuanto a usted, Mario Silva... como no tenemos aquí al Maestro Fernando para verificar los hechos, tendrá que esperar a que hablemos con él para saber la situación de los dos. Por lo pronto, no puedo hacer más que suspenderlo temporalmente.
Mario bajó la cabeza y Saúl se sentía cada vez peor.
Mario: No me haga esto, por favor.
Directora: No puedo permitir que una cosa como la que usted hizo con un profesor de esta institución se quede así. Me sorprende mucho del Maestro, probablemente lo tenga que despedir...
Saúl: ¡Es mentira! ¡Dije mentiras!
Directora: Ya se pueden ir.
Ambos salieron de la Dirección y Saúl tomó a Mario del hombro para detenerlo.
Saúl: Mario...
Mario: ¡NO ME TOQUES!
Saúl se detuvo y Mario continuó su camino. Ambos estaban llorando y deseaban simplemente poder olvidarlo todo y correr hacia el otro para abrazarse, sin que importara nada más.
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