Playlist (Cap. 11)
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Playlist (Cap. 11)
El agua de la tormenta entraba por aquel hueco que había dejado el techo del teatro antiguo al desprenderse. Samuel se acercó a la escena y trató de levantar lo mejor que pudo el trozo de techo mientras Sebastián corría con lágrimas escurriéndole por las mejillas y se asomaba debajo de él para sacar a Ismael de ahí como fuera, pero su mente quedó confundida al ver que no había nada, sólo el suelo empolvado.
Ismael: Ya mero me lleva la chingada D:
Ismael salió lentamente por debajo de una fila de butacas (aprovechando que su primo lo estaba levantando) que el techo también había golpeado y que lo habían protegido del ataque. Se acomodó sus lentes y esbozó una sonrisa.
Ismael: Parece que no es buena idea usar este teatro de auditorio, ¿verdad? xD
Samuel: Parece que no xD
Ambos comenzaron a reírse a carcajadas y entonces Sebastián abrazó a su amigo, llorando desconsoladamente y siendo mojado por la lluvia que caía del agujero.
Sebastián: Perdóname, perdón, por favor. Soy un idiota, pero me muero si algo malo te llega a pasar…
Sebastián siguió abrazándolo y llorando, Ismael lo abrazó con fuerza y le habló en voz baja.
Ismael: Ya, ya pasó todo. Estoy bien.
Samuel sintió que estaba haciendo “mal tercio” y con ese sentimiento, combinado con el que Sebastián había demostrado y con la escena que estaba viendo, de pronto todo fue encajando. Cada escena, cada malestar, cada cambio de humor en Sebastián estaban tomando sentido, pero mientras lentamente el mundo de Sebastián iba construyéndose frente a sus ojos, el suyo se estaba derrumbando en pedazos.
Track #11: “Alejandro” (2)
Un latigazo. Sí, eso fue lo que el cuerpo de Saúl había sentido al tocar aquella corriente de agua sucia, como un latigazo en sus costillas. Por la fuerza con la que había caído, logró golpear el fondo con su brazo y pierna izquierdos, alcanzando a sentir un fuerte dolor en todo ese hemisferio de su cuerpo y perdiendo el conocimiento antes de elevarse nuevamente hacia la superficie y ser arrastrado sin oponerse a la corriente.
Por otro lado; Luisana se levantaba del suelo mojado mientras Mario, con sangre escurriéndole por la nariz, se acercaba a la enorme coladera viendo cómo su novio era llevado por el agua.
Mario: ¡Mierda! Tengo que ir por él.
Luisana: ¡Espérate! Mejor llamemos a los bomberos o algo así.
Mario: Con la cantidad de accidentes que debe haber ya, ¿tú crees que vendrán ahora?
Luisana: Dios…
Luisana cubrió su boca con sus manos cuando el profesor Fernando y Omar llegaron.
Omar: ¡No lo veo!
Mario: Lo arrastró la corriente, hay que bajar y sacarlo.
Profe: Mejor llamemos a alguien de seguridad de aquí…
Mario: ¡No tenemos tiempo!
Luisana: ¡Miren! Hay escaleras…
Todos dirigieron su mirada hacia unos pequeños escalones metálicos que estaban al otro extremo de la coladera y desaparecían al tocar el agua.
Mario: Sí, por ahí.
Luisana: ¿Cómo vas a subirlo?
Omar: Una cuerda, ¿no tienen?
Profe: Traeré una del teatro, pero ustedes tengan mucho cuidado. Luisana, mejor aléjate de la coladera que el viento todavía está muy fuerte.
El profesor se fue corriendo al teatro Hamlet, Mario se limpió la sangre de su nariz, Omar se quitó los zapatos y los calcetines, y Luisana sostuvo la chaqueta de su hermano mientras se ponía de rodillas junto a la alcantarilla. Mario comenzó a bajar primero, Omar seguía su paso. Ambos bajaban lentamente ya que los escalones estaban mojados y resbalosos. Ahí abajo había un olor espantoso y el agua estaba helada, pero eso no los detuvo. Mario avanzó a través de la corriente que no se le hacía tan fuerte como para arrastrar muy lejos un cuerpo humano, pero la coladera estaba demasiado oscura y no podía distinguir el cuerpo de Saúl. El profesor volvió con una cuerda bastante gruesa y con ayuda de Luisana comenzaron a bajarla por el desagüe, Mario y Omar seguían moviéndose rápidamente a través de la corriente e intentaron usar sus celulares como linternas pero ambos estaban mojados y se habían apagado.
Entonces Luisana vio a Samuel, Ismael y Sebastián acercarse corriendo a ellos. Sus pantalones estaban sucios y la boina de Sebastián estaba muy mojada.
Ismael: ¿Qué hacen ahí?
Luisana: ¡Saúl-kun se cayó!
Ismael: ¿Y ya le hablaron a alguien?
Luisana: Onii-san y Omar ya fueron por él pero no vuelven…
De pronto vieron a Omar acercarse rápidamente a las escaleras y subirlas de igual modo.
Omar: Ya lo encontramos, ayúdenos a subirlo.
Entonces apareció Mario, sujetando a Saúl cuidadosamente con su brazo derecho, rodeando con éste su abdomen. Mario tomó la cuerda y comenzó a enredarla a la cintura de Saúl, la apretó con fuerza y tomó su brazo derecho mientras subía los escalones. Los demás habían sujetado la cuerda también y comenzaron a jalarla con todas sus fuerzas. El cuerpo de Saúl salió del agua en menos de un minuto, estaba totalmente empapado y seguía inconsciente. La lluvia no parecía querer detenerse nunca, aunque el viento mostraba estar de su lado.
Mario puso a Saúl en el suelo mojado y aplastó el pecho del joven con sus manos y le dio respiración de boca a boca. Hizo esto durante unos segundos que a todos les parecieron eternos, en este tiempo nadie había detectado la facilidad con la que Mario tocaba los labios de Saúl con los suyos, pero todos se habían dado cuenta de lo preocupado que estaba. Entonces comenzó a toser y lanzó agua por su boca, los demás dieron un suspiro y Mario lo abrazó antes de que pudiera decir algo.
Saúl: ¡Duele! ¡Duele! >.<
Mario: Perdón, ¿qué te duele?
Saúl: Todo… pero más mi brazo y la pierna…
Mario: ¿Puedes pararte?
Saúl trató de apoyarse pero un fuerte dolor recorrió toda su pierna izquierda al sólo intentarlo.
Saúl: No, no puedo. Me duele mucho.
Omar: Hay que llevarlo a emergencias.
Ismael: Hay un hospital cerquita de aquí, como a quince minutos.
Profe: Pero es peligroso manejar estando esta tormenta así.
Sebastián: Eso no es problema para Georgie^^
Jorge, quien estaba al otro lado del estacionamiento y no había prestado atención a nada debido a que escuchaba atentamente las noticias por la radio, recibió una llamada de Sebastián. Éste le indicó que fuera a recogerlo rápido y fue entonces cuando vio a un grupo de personas reunido, alguien estaba en el suelo. Jorge se estacionó más cerca de ellos y salió de la limusina.
Jorge: Joven, ¿qué pasó? ¿Está bien?
Sebastián: Yo sí, pero el Individuo se cayó y tenemos que llevarlo a un hospital ya.
Jorge: Sí, sí. Súbanlo.
Omar y Mario subieron a Saúl al coche con cuidado; Luisana, Ismael y Sebastián se subieron junto con ellos en la parte de atrás y Samuel prefirió ir al lado de Jorge. El profesor Fernando no se subió.
Profe: Tengo que cerrar el teatro, los rateros no perdonan los desastres naturales. Luego iré a verte, Saúl.
Saúl: Sí, gracias -.-
Jorge arrancó deprisa y salió de la universidad rápidamente. Saúl, quien llevaba a su alrededor la chaqueta de Mario, parecía querer desmayarse de nuevo, pero su novio le hablaba para que no lo hiciera ya que le preocupaba que no volviese a abrir los ojos.
Mario: Dime tu primera línea.
Saúl: No, ahorita no…
Mario: Ándale, dime tu primera línea, por favor.
Saúl: …Ya se me olvidó. Ahora no puedo pensar en eso.
Mario: Pero si la hemos ensayado muchas veces…
Luisana: Saúl-kun me salvó, no sé cómo agradecer…
Sebastián: Individuo, hueles horrible. Tendrás que lavar mi limusina después de esto y comprarle un desodorante… y comprarte uno para ti también.
Saúl: Luisana, si quieres agradecerme, mata a Sebastián y estaremos a mano -.-
Luisana: ¿Y quién será el hijo de Odiseo-san en la obra si lo hago?
Saúl: Mmm… hazlo después de la obra, pero hazlo D:
Sebastián: Eres un Individuo malagradecido¬¬
Saúl: ¡Ya cállate! >.<
De pronto la limusina se detuvo y todos se movieron hacia delante.
Ismael: ¡El puente…!
Jorge: ¡El pinche puente se cayó a la verga!
Sebastián: ¡George! ¿Qué onda con tu vocabulario de naco andrajoso?
Jorge: Perdóneme u.u’ pero ¿por dónde vamos a pasar ahora?
Sebastián: Pues por otro lado, Georgie. ¡Busca!
Jorge: Está bien, ya voy…
La limusina arrancó de nuevo y lograron llegar a un hospital en menos de veinte minutos, los cuales habían parecido eternos para Mario y Saúl, quien aún sufría por sus heridas. En el camino habían visto algunos accidentes, calles inundadas, árboles y construcciones caídos, personas paradas fuera de sus casas como esperando algo y sobretodo, pánico.
Una vez en el hospital, Saúl fue atendido rápidamente ya que Jorge se había estacionado en la entrada de las ambulancias y al pasar algunas horas en las que llegaron sus padres, uno de sus hermanos y el profesor Fernando; la lluvia se detuvo. Una pierna y un brazo roto, una infección en el estómago, un moretón en la espalda y un pésimo olor era lo que le había dejado aquella experiencia; pero a pesar de todo se recuperaría.
Para el miércoles las lluvias casi se habían terminado, Mario entró al cuarto de Saúl con un pequeño oso de peluche, el cual sostenía un globo con sus manos que rezaba “¡MEJÓRATE!” con letras grandes y llamativas. Saúl tiró una risita y se sonrojó al ver el detalle. Mario lo puso en una mesa que tenía otros obsequios de los demás, sobretodo del profesor Fernando, y se sentó en la orilla de su cama sin dejar de mirarlo a los ojos. De pronto, los corazones de ambos comenzaron a latir un poco más rápido y de manera distinta. Hacía mucho que ninguno de los dos sentía algo como eso.
Saúl: Gracias, qué lindo eres.
Mario: No es nada comparado con lo que tú hiciste por mí… le salvaste la vida a mi hermana.
Saúl: Jaja, no le salvé la vida. Sólo hubiera quedado como yo quedé, así que le salvé una pierna y un brazo… y a oler a rata muerta.
Mario: No podemos saber lo que le pudo haber pasado a ella y mejor no quiero saberlo. ¿Cómo te sientes?
Saúl: Mucho mejor que ese día, siquiera ya no me duele nada. ¿Y tú cómo estás?
Mario: Un poco enojado.
Saúl: ¿Por?
Mario: Es que siento que hice una buena actuación como Basil en la obra de Dorian Gray, pero comoquiera el profe me dio un papel bien chafa en esta obra. Sólo soy uno de los tipos que se quiere coger a Penélope¬¬
Saúl: Jajaja, quieren que sea su esposa.
Mario: Es lo mismo. Al tal Samuel le dio el papel del gigante ese… Polifemo.
Saúl: No es un gigante, es un cíclope.
Mario: Por eso, es un cíclope y es gigante¬¬… y Sebastián es tu hijo, Telémaco.
Saúl: No es mi hijo, es hijo de Odiseo¬¬… ay, no.
Mario: ¿Qué?
Saúl: El doctor dijo que tengo que tener los yesos durante un mes, la obra es en menos de tres semanas y además no podré ir a la escuela hasta dentro de una semana más. Creo que no podré participar en esta obra, el profe tendrá que darle el papel a alguien más.
Mario: ¡No puede hacer eso! Tú eres el mejor actor que tiene, eres el indicado para ser el protagonista.
Saúl: Pero no va a cancelar la obra nadamás porque no voy a poder salir yo, va a tener que reemplazarme… qué mala suerte.
Mario: Pues seguro sí lo hará, yo sigo diciendo que es un idiota. Sé que merezco un papel mejor que ser un estúpido extra.
En ese momento sonó el celular de Saúl.
Saúl: Pásamelo, por fa.
Mario le acomodó el teléfono en el oído y lo contestó.
Saúl: Hola, Maestro…, estoy mejor, gracias ¿y usted?..., sí, justo en eso estaba pensando y pues fíjese que no voy a poder participar en la obra…, no, no. No debe cancelarla, ya gastó mucho en publicidad y además es bueno para la facultad hacer ese tipo de eventos, por las ganancias…, mire, sólo cambie al protagonista…, no, no. Sebastián Sena no, yo le tengo una mejor propuesta…
Saúl miró a Mario y le sonrió, a éste se le iluminaron los ojos al ver su sonrisa e imaginar lo que estaba pensando.
Saúl: Mario ha ensayado conmigo casi todos los días antes de que pasara eso y él ya se sabe todos mis diálogos, en la obra él no tiene casi ninguno y estoy seguro que cualquier otro puede interpretar su papel…, por favor, profe. Yo quiero que sea él, al menos déjeme escoger a mi reemplazo…, sí, sí, le aseguro que no se va a arrepentir, él lo hará genial, como si fuera yo…, muchas gracias, Maestro. Bye.
Mario retiró el teléfono y lo colgó mientras se lanzaba miradas con Saúl, luego lo abrazó y él hizo lo mismo con el único brazo que le funcionaba. Se besaron y Mario se recargó en su hombro, manteniéndolo aun abrazado y acostándose en la cama junto a él.
Mario: Muchas gracias, enserio.
Saúl: Tú te merecías ese papel tanto como yo y además… yo haría cualquier cosa para hacerte feliz porque… porque te amo, Mario.
Saúl cerró sus ojos y besó a Mario en la frente, acurrucándose más en él. Mario continuó abrazándolo pero no pudo articular palabra o hacer algún movimiento. Por primera vez, la culpa lo estaba destrozando.
Al día siguiente en la facultad, Luisana buscaba un lugar para sentarse a comer en la cafetería cuando vio al ahora decaído Samuel. Se acercó a él y se sentó a su lado, ahí se dio cuenta que tan sólo movía su comida con un tenedor de plástico de un lado a otro.
Luisana: A mí tampoco me gustan los chícharos.
Samuel: ¿Eh? Ah, hola Luisana. No me dí cuenta cuándo llegaste.
Luisana: Sí, ya sé. ¿Qué le pasa a Samuel-kun?
Samuel: Es… es… es que Samuel-kun es estúpido, es eso. Es un idiota, no, un imbécil. Pendejo, tarado. Todos los insultos que me decía eran ciertos… todos y cada uno de ellos.
Luisana: Yo no creo eso, Samuel-kun es muy listo y es buena persona, no debe dejar que lo que le digan los demás le afecte.
Samuel: Es que no fue algo que escuché, sino algo que vi… ese día del accidente. ¿Supiste que mi primo casi se mata?
Luisana: Sí…
Samuel: Pues eso. No me alegra que haya estado a punto de acabar igual o peor que Saúl pero gracias a eso me dí cuenta de cómo son las cosas en realidad.
Luisana: ¿Sobre qué?
Samuel: Sobre lo importante que es Ismael para Sebastián, mi primo es la persona más importante para él. Es la única persona que le importa más sobre los demás.
Luisana: Samuel-kun… eso no es…
Samuel: Sí es. Y si lo ama tanto como yo lo amo, no va a darse por vencido nunca, por más que sufra al verlo con ella… va a continuar y ahora me doy cuenta que yo sólo he sido… un estorbo para él. Creía que me trataba así porque yo hacía algo mal pero ya veo que el simple hecho de estar cerca es lo que está mal, yo quiero que siquiera él pueda ser feliz. No me gusta verlo así, triste y de malas… porque ese no es Sebastián y ya tiene suficientes cosas en qué pensar como para estar soportándome. Ya no voy a estorbarle más…
Luisana: ¿Cómo?
Samuel: Es mejor que me aleje de él lo más que pueda.
Samuel se levantó de la mesa sin decir nada más y Luisana no supo si seguirlo o dejarlo con sus pensamientos, pero de todas formas no hizo nada. Al salir de la cafetería, Samuel sacó su teléfono y le marcó a su madre.
Samuel: Qué onda, Ma…, estoy bien, pero tengo que decirte algo…, he pensado en lo que me dijiste y pues creo que… sí, sí me voy a ir a vivir con ustedes…
Samuel siguió caminando con el teléfono pegado a su oído y la última lluvia de esa semana se terminó mientras lo hacía. El huracán “Alejandro” había dejado a su paso por el Estado: 76 heridos, 7 muertos, más de 300 personas damnificadas, un puente caído y dos avenidas destruidas; pero hubo algo que nadie había contado. Aquella tormenta tropical también dejó a un joven con las esperanzas destruidas y a otro sintiendo que era la peor persona que existía sobre el planeta.
Ismael: Ya mero me lleva la chingada D:
Ismael salió lentamente por debajo de una fila de butacas (aprovechando que su primo lo estaba levantando) que el techo también había golpeado y que lo habían protegido del ataque. Se acomodó sus lentes y esbozó una sonrisa.
Ismael: Parece que no es buena idea usar este teatro de auditorio, ¿verdad? xD
Samuel: Parece que no xD
Ambos comenzaron a reírse a carcajadas y entonces Sebastián abrazó a su amigo, llorando desconsoladamente y siendo mojado por la lluvia que caía del agujero.
Sebastián: Perdóname, perdón, por favor. Soy un idiota, pero me muero si algo malo te llega a pasar…
Sebastián siguió abrazándolo y llorando, Ismael lo abrazó con fuerza y le habló en voz baja.
Ismael: Ya, ya pasó todo. Estoy bien.
Samuel sintió que estaba haciendo “mal tercio” y con ese sentimiento, combinado con el que Sebastián había demostrado y con la escena que estaba viendo, de pronto todo fue encajando. Cada escena, cada malestar, cada cambio de humor en Sebastián estaban tomando sentido, pero mientras lentamente el mundo de Sebastián iba construyéndose frente a sus ojos, el suyo se estaba derrumbando en pedazos.
Track #11: “Alejandro” (2)
Un latigazo. Sí, eso fue lo que el cuerpo de Saúl había sentido al tocar aquella corriente de agua sucia, como un latigazo en sus costillas. Por la fuerza con la que había caído, logró golpear el fondo con su brazo y pierna izquierdos, alcanzando a sentir un fuerte dolor en todo ese hemisferio de su cuerpo y perdiendo el conocimiento antes de elevarse nuevamente hacia la superficie y ser arrastrado sin oponerse a la corriente.
Por otro lado; Luisana se levantaba del suelo mojado mientras Mario, con sangre escurriéndole por la nariz, se acercaba a la enorme coladera viendo cómo su novio era llevado por el agua.
Mario: ¡Mierda! Tengo que ir por él.
Luisana: ¡Espérate! Mejor llamemos a los bomberos o algo así.
Mario: Con la cantidad de accidentes que debe haber ya, ¿tú crees que vendrán ahora?
Luisana: Dios…
Luisana cubrió su boca con sus manos cuando el profesor Fernando y Omar llegaron.
Omar: ¡No lo veo!
Mario: Lo arrastró la corriente, hay que bajar y sacarlo.
Profe: Mejor llamemos a alguien de seguridad de aquí…
Mario: ¡No tenemos tiempo!
Luisana: ¡Miren! Hay escaleras…
Todos dirigieron su mirada hacia unos pequeños escalones metálicos que estaban al otro extremo de la coladera y desaparecían al tocar el agua.
Mario: Sí, por ahí.
Luisana: ¿Cómo vas a subirlo?
Omar: Una cuerda, ¿no tienen?
Profe: Traeré una del teatro, pero ustedes tengan mucho cuidado. Luisana, mejor aléjate de la coladera que el viento todavía está muy fuerte.
El profesor se fue corriendo al teatro Hamlet, Mario se limpió la sangre de su nariz, Omar se quitó los zapatos y los calcetines, y Luisana sostuvo la chaqueta de su hermano mientras se ponía de rodillas junto a la alcantarilla. Mario comenzó a bajar primero, Omar seguía su paso. Ambos bajaban lentamente ya que los escalones estaban mojados y resbalosos. Ahí abajo había un olor espantoso y el agua estaba helada, pero eso no los detuvo. Mario avanzó a través de la corriente que no se le hacía tan fuerte como para arrastrar muy lejos un cuerpo humano, pero la coladera estaba demasiado oscura y no podía distinguir el cuerpo de Saúl. El profesor volvió con una cuerda bastante gruesa y con ayuda de Luisana comenzaron a bajarla por el desagüe, Mario y Omar seguían moviéndose rápidamente a través de la corriente e intentaron usar sus celulares como linternas pero ambos estaban mojados y se habían apagado.
Entonces Luisana vio a Samuel, Ismael y Sebastián acercarse corriendo a ellos. Sus pantalones estaban sucios y la boina de Sebastián estaba muy mojada.
Ismael: ¿Qué hacen ahí?
Luisana: ¡Saúl-kun se cayó!
Ismael: ¿Y ya le hablaron a alguien?
Luisana: Onii-san y Omar ya fueron por él pero no vuelven…
De pronto vieron a Omar acercarse rápidamente a las escaleras y subirlas de igual modo.
Omar: Ya lo encontramos, ayúdenos a subirlo.
Entonces apareció Mario, sujetando a Saúl cuidadosamente con su brazo derecho, rodeando con éste su abdomen. Mario tomó la cuerda y comenzó a enredarla a la cintura de Saúl, la apretó con fuerza y tomó su brazo derecho mientras subía los escalones. Los demás habían sujetado la cuerda también y comenzaron a jalarla con todas sus fuerzas. El cuerpo de Saúl salió del agua en menos de un minuto, estaba totalmente empapado y seguía inconsciente. La lluvia no parecía querer detenerse nunca, aunque el viento mostraba estar de su lado.
Mario puso a Saúl en el suelo mojado y aplastó el pecho del joven con sus manos y le dio respiración de boca a boca. Hizo esto durante unos segundos que a todos les parecieron eternos, en este tiempo nadie había detectado la facilidad con la que Mario tocaba los labios de Saúl con los suyos, pero todos se habían dado cuenta de lo preocupado que estaba. Entonces comenzó a toser y lanzó agua por su boca, los demás dieron un suspiro y Mario lo abrazó antes de que pudiera decir algo.
Saúl: ¡Duele! ¡Duele! >.<
Mario: Perdón, ¿qué te duele?
Saúl: Todo… pero más mi brazo y la pierna…
Mario: ¿Puedes pararte?
Saúl trató de apoyarse pero un fuerte dolor recorrió toda su pierna izquierda al sólo intentarlo.
Saúl: No, no puedo. Me duele mucho.
Omar: Hay que llevarlo a emergencias.
Ismael: Hay un hospital cerquita de aquí, como a quince minutos.
Profe: Pero es peligroso manejar estando esta tormenta así.
Sebastián: Eso no es problema para Georgie^^
Jorge, quien estaba al otro lado del estacionamiento y no había prestado atención a nada debido a que escuchaba atentamente las noticias por la radio, recibió una llamada de Sebastián. Éste le indicó que fuera a recogerlo rápido y fue entonces cuando vio a un grupo de personas reunido, alguien estaba en el suelo. Jorge se estacionó más cerca de ellos y salió de la limusina.
Jorge: Joven, ¿qué pasó? ¿Está bien?
Sebastián: Yo sí, pero el Individuo se cayó y tenemos que llevarlo a un hospital ya.
Jorge: Sí, sí. Súbanlo.
Omar y Mario subieron a Saúl al coche con cuidado; Luisana, Ismael y Sebastián se subieron junto con ellos en la parte de atrás y Samuel prefirió ir al lado de Jorge. El profesor Fernando no se subió.
Profe: Tengo que cerrar el teatro, los rateros no perdonan los desastres naturales. Luego iré a verte, Saúl.
Saúl: Sí, gracias -.-
Jorge arrancó deprisa y salió de la universidad rápidamente. Saúl, quien llevaba a su alrededor la chaqueta de Mario, parecía querer desmayarse de nuevo, pero su novio le hablaba para que no lo hiciera ya que le preocupaba que no volviese a abrir los ojos.
Mario: Dime tu primera línea.
Saúl: No, ahorita no…
Mario: Ándale, dime tu primera línea, por favor.
Saúl: …Ya se me olvidó. Ahora no puedo pensar en eso.
Mario: Pero si la hemos ensayado muchas veces…
Luisana: Saúl-kun me salvó, no sé cómo agradecer…
Sebastián: Individuo, hueles horrible. Tendrás que lavar mi limusina después de esto y comprarle un desodorante… y comprarte uno para ti también.
Saúl: Luisana, si quieres agradecerme, mata a Sebastián y estaremos a mano -.-
Luisana: ¿Y quién será el hijo de Odiseo-san en la obra si lo hago?
Saúl: Mmm… hazlo después de la obra, pero hazlo D:
Sebastián: Eres un Individuo malagradecido¬¬
Saúl: ¡Ya cállate! >.<
De pronto la limusina se detuvo y todos se movieron hacia delante.
Ismael: ¡El puente…!
Jorge: ¡El pinche puente se cayó a la verga!
Sebastián: ¡George! ¿Qué onda con tu vocabulario de naco andrajoso?
Jorge: Perdóneme u.u’ pero ¿por dónde vamos a pasar ahora?
Sebastián: Pues por otro lado, Georgie. ¡Busca!
Jorge: Está bien, ya voy…
La limusina arrancó de nuevo y lograron llegar a un hospital en menos de veinte minutos, los cuales habían parecido eternos para Mario y Saúl, quien aún sufría por sus heridas. En el camino habían visto algunos accidentes, calles inundadas, árboles y construcciones caídos, personas paradas fuera de sus casas como esperando algo y sobretodo, pánico.
Una vez en el hospital, Saúl fue atendido rápidamente ya que Jorge se había estacionado en la entrada de las ambulancias y al pasar algunas horas en las que llegaron sus padres, uno de sus hermanos y el profesor Fernando; la lluvia se detuvo. Una pierna y un brazo roto, una infección en el estómago, un moretón en la espalda y un pésimo olor era lo que le había dejado aquella experiencia; pero a pesar de todo se recuperaría.
Para el miércoles las lluvias casi se habían terminado, Mario entró al cuarto de Saúl con un pequeño oso de peluche, el cual sostenía un globo con sus manos que rezaba “¡MEJÓRATE!” con letras grandes y llamativas. Saúl tiró una risita y se sonrojó al ver el detalle. Mario lo puso en una mesa que tenía otros obsequios de los demás, sobretodo del profesor Fernando, y se sentó en la orilla de su cama sin dejar de mirarlo a los ojos. De pronto, los corazones de ambos comenzaron a latir un poco más rápido y de manera distinta. Hacía mucho que ninguno de los dos sentía algo como eso.
Saúl: Gracias, qué lindo eres.
Mario: No es nada comparado con lo que tú hiciste por mí… le salvaste la vida a mi hermana.
Saúl: Jaja, no le salvé la vida. Sólo hubiera quedado como yo quedé, así que le salvé una pierna y un brazo… y a oler a rata muerta.
Mario: No podemos saber lo que le pudo haber pasado a ella y mejor no quiero saberlo. ¿Cómo te sientes?
Saúl: Mucho mejor que ese día, siquiera ya no me duele nada. ¿Y tú cómo estás?
Mario: Un poco enojado.
Saúl: ¿Por?
Mario: Es que siento que hice una buena actuación como Basil en la obra de Dorian Gray, pero comoquiera el profe me dio un papel bien chafa en esta obra. Sólo soy uno de los tipos que se quiere coger a Penélope¬¬
Saúl: Jajaja, quieren que sea su esposa.
Mario: Es lo mismo. Al tal Samuel le dio el papel del gigante ese… Polifemo.
Saúl: No es un gigante, es un cíclope.
Mario: Por eso, es un cíclope y es gigante¬¬… y Sebastián es tu hijo, Telémaco.
Saúl: No es mi hijo, es hijo de Odiseo¬¬… ay, no.
Mario: ¿Qué?
Saúl: El doctor dijo que tengo que tener los yesos durante un mes, la obra es en menos de tres semanas y además no podré ir a la escuela hasta dentro de una semana más. Creo que no podré participar en esta obra, el profe tendrá que darle el papel a alguien más.
Mario: ¡No puede hacer eso! Tú eres el mejor actor que tiene, eres el indicado para ser el protagonista.
Saúl: Pero no va a cancelar la obra nadamás porque no voy a poder salir yo, va a tener que reemplazarme… qué mala suerte.
Mario: Pues seguro sí lo hará, yo sigo diciendo que es un idiota. Sé que merezco un papel mejor que ser un estúpido extra.
En ese momento sonó el celular de Saúl.
Saúl: Pásamelo, por fa.
Mario le acomodó el teléfono en el oído y lo contestó.
Saúl: Hola, Maestro…, estoy mejor, gracias ¿y usted?..., sí, justo en eso estaba pensando y pues fíjese que no voy a poder participar en la obra…, no, no. No debe cancelarla, ya gastó mucho en publicidad y además es bueno para la facultad hacer ese tipo de eventos, por las ganancias…, mire, sólo cambie al protagonista…, no, no. Sebastián Sena no, yo le tengo una mejor propuesta…
Saúl miró a Mario y le sonrió, a éste se le iluminaron los ojos al ver su sonrisa e imaginar lo que estaba pensando.
Saúl: Mario ha ensayado conmigo casi todos los días antes de que pasara eso y él ya se sabe todos mis diálogos, en la obra él no tiene casi ninguno y estoy seguro que cualquier otro puede interpretar su papel…, por favor, profe. Yo quiero que sea él, al menos déjeme escoger a mi reemplazo…, sí, sí, le aseguro que no se va a arrepentir, él lo hará genial, como si fuera yo…, muchas gracias, Maestro. Bye.
Mario retiró el teléfono y lo colgó mientras se lanzaba miradas con Saúl, luego lo abrazó y él hizo lo mismo con el único brazo que le funcionaba. Se besaron y Mario se recargó en su hombro, manteniéndolo aun abrazado y acostándose en la cama junto a él.
Mario: Muchas gracias, enserio.
Saúl: Tú te merecías ese papel tanto como yo y además… yo haría cualquier cosa para hacerte feliz porque… porque te amo, Mario.
Saúl cerró sus ojos y besó a Mario en la frente, acurrucándose más en él. Mario continuó abrazándolo pero no pudo articular palabra o hacer algún movimiento. Por primera vez, la culpa lo estaba destrozando.
Al día siguiente en la facultad, Luisana buscaba un lugar para sentarse a comer en la cafetería cuando vio al ahora decaído Samuel. Se acercó a él y se sentó a su lado, ahí se dio cuenta que tan sólo movía su comida con un tenedor de plástico de un lado a otro.
Luisana: A mí tampoco me gustan los chícharos.
Samuel: ¿Eh? Ah, hola Luisana. No me dí cuenta cuándo llegaste.
Luisana: Sí, ya sé. ¿Qué le pasa a Samuel-kun?
Samuel: Es… es… es que Samuel-kun es estúpido, es eso. Es un idiota, no, un imbécil. Pendejo, tarado. Todos los insultos que me decía eran ciertos… todos y cada uno de ellos.
Luisana: Yo no creo eso, Samuel-kun es muy listo y es buena persona, no debe dejar que lo que le digan los demás le afecte.
Samuel: Es que no fue algo que escuché, sino algo que vi… ese día del accidente. ¿Supiste que mi primo casi se mata?
Luisana: Sí…
Samuel: Pues eso. No me alegra que haya estado a punto de acabar igual o peor que Saúl pero gracias a eso me dí cuenta de cómo son las cosas en realidad.
Luisana: ¿Sobre qué?
Samuel: Sobre lo importante que es Ismael para Sebastián, mi primo es la persona más importante para él. Es la única persona que le importa más sobre los demás.
Luisana: Samuel-kun… eso no es…
Samuel: Sí es. Y si lo ama tanto como yo lo amo, no va a darse por vencido nunca, por más que sufra al verlo con ella… va a continuar y ahora me doy cuenta que yo sólo he sido… un estorbo para él. Creía que me trataba así porque yo hacía algo mal pero ya veo que el simple hecho de estar cerca es lo que está mal, yo quiero que siquiera él pueda ser feliz. No me gusta verlo así, triste y de malas… porque ese no es Sebastián y ya tiene suficientes cosas en qué pensar como para estar soportándome. Ya no voy a estorbarle más…
Luisana: ¿Cómo?
Samuel: Es mejor que me aleje de él lo más que pueda.
Samuel se levantó de la mesa sin decir nada más y Luisana no supo si seguirlo o dejarlo con sus pensamientos, pero de todas formas no hizo nada. Al salir de la cafetería, Samuel sacó su teléfono y le marcó a su madre.
Samuel: Qué onda, Ma…, estoy bien, pero tengo que decirte algo…, he pensado en lo que me dijiste y pues creo que… sí, sí me voy a ir a vivir con ustedes…
Samuel siguió caminando con el teléfono pegado a su oído y la última lluvia de esa semana se terminó mientras lo hacía. El huracán “Alejandro” había dejado a su paso por el Estado: 76 heridos, 7 muertos, más de 300 personas damnificadas, un puente caído y dos avenidas destruidas; pero hubo algo que nadie había contado. Aquella tormenta tropical también dejó a un joven con las esperanzas destruidas y a otro sintiendo que era la peor persona que existía sobre el planeta.
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