Serial Love (Chap. 3) [End]
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Serial Love (Chap. 3) [End]
-Así que por favor… no me ames.
Cuando escuché estas palabras, no sabía qué sentir, qué pensar, cómo actuar, qué hacer. Después de todo, uno no elige de quien se enamora y mucho menos a quien ama… pero se puede luchar para prohibir el sentimiento, se puede apartarse, alejarse, rechazarlo, ignorarlo hasta que el inconsciente se crea que de verdad no nos importa… se puede, pero la verdad no tengo idea si funcione y menos si no s tiene la firme decisión de hacerlo. Terminé desechando esa idea, no me imaginaba mi vida sin él, sin sus gritos, sin su frialdad, sin su… todo, aunque pareciese que yo no tenía nada de él, sentía que si me apartaba de lo poco que él me daba, moriría, mi mundo se terminaría y no podría continuar, no sin él, no sin lo poco que recibía de él.
-Debe haber una forma –le dije aun teniéndolo entre mis brazos, podía oler su hermoso perfume y escuchaba su respiración siendo interrumpida por los anticuerpos, seguía llorando.
-¿Una forma de qué? –preguntó sin soltarme.
-De quitarte la maldición… de quitársela a tu hermano y a ti.
-No te involucres –dijo poniendo su cara frente a la mía, sus ojos estaban rojos y su mirada, tan triste.
-¿Entonces sí la hay? –insistí.
-No entiendo por qué todo contigo me sale al revés –dijo cuando me soltó y dio unos pasos hacia atrás- intento alejarte tratándote mal y en lugar de eso, te acercas más a mí; te cuento esto para ver si así te alejas y te interesas más y lo más fastidioso es que… intento que no seas importante… y no puedo, cada vez más tú… tú eres lo único que importa.
Me sonrojé y no pude evitar sonreír, Diego no se veía contento.
-¿Cómo esperas que me aleje? –Le respondí acercándome a él- ¿Cómo quieres que me vaya si yo te a…?
Diego me miró con furia, tenía sus puños cerrados, parecía un gato a punto de lanzarme un arañazo justo en el rostro… yo iba a decírselo, lo había olvidado… iba a decirle que lo amaba…
-Vete –dijo mientras sacudía la cabeza y volvía en sí- tienes que irte.
No dije nada y caminé hacia la estación del metro, no miré atrás ni me detuve… durante todo el camino no dejé de sentir su mirada punzante en todo mi cuerpo…
Chapitre #3: “Please, kill me”
Subí al metro pensando en la forma de quitarles la maldición, si Diego y su hermano no habían intentado quitársela aun conociendo la forma era porque no se atrevían a realizarla, en otras palabras: era algo difícil, muy malo o ambas.
-Su hermano- dije para mis adentros. Él debía saber el modo y debía decírmelo si quería quitarse la maldición, quizá yo podría ayudar, además, con él no corría peligro.
Me pregunté si seguían viviendo donde su abuela y decidí ir a averiguarlo, me conecté a Internet desde mi celular y revisé la dirección en el reportaje dónde leí lo del asesinato. Al salir de la estación, me apresuré a llegar a la casa a pie ya que estaba cerca.
Encontré la residencia más rápido de lo que pensé, la casa lucía muy descuidada, parecía abandonada… me atreví a tocar el timbre y esperé un momento, pero nadie salió, al cabo de unos segundos creí ver a alguien por la ventana pero cuando miré no había nadie allí, toqué el timbre nuevamente y al instante escuché un “voy” desde dentro de la casa.
El hombre que abrió la puerta era muy apuesto, a pesar del aspecto de “chico malo” que le otorgaban sus tatuajes en sus bien formados brazos, llevaba una camisa negra de tirantes y unos jeans ajustados, era de mi estatura y tenía la cabeza rapada, al salir me sonrió y me invitó a pasar. Cuando entré a la casa me dí una gran sorpresa al ver todo ordenado y limpio.
-Por poco creí que este lugar estaba abandonado –dije tímidamente.
-Por fuera lo parece, pero aquí adentro… a Diego le gusta tener todo ordenado.
Hubo un pequeño momento de silencio incómodo.
-Tú debes ser Carlos –dijo aun con la sonrisa en el rostro.
-Sí, ¿Diego te ha hablado de mí?
-Algo así –respondió mientras caminaba a la cocina- pero sígueme, ¿quieres algo de tomar?
-Sólo agua –contesté siguiéndolo.
Llegamos a la cocina, Abel abrió el refrigerador y sacó una jarra de agua.
-Ah, por cierto, me llamo Abel, soy el hermano mayor de Diego.
-Sí, ya te conocía…
Escuché un sonido en la habitación contigua, por un momento pensé que no estábamos solos…
-Diego no está –dijo mientras me pasaba el vaso con agua- pero puedes esperarlo aquí, si gustas...
-De hecho quería hablar contigo.
-¿Conmigo? ¿Y de qué?
-Quiero saber… si existe un modo.
-¿Un modo? –preguntó mirándome fijamente.
-Sí, una manera de quitarles la maldición.
Se puso pálido al escucharme y no me quitó la vista de encima, me intimidó y dirigí mi mirada hacia otra parte, entonces no pude evita imaginarme a la madre de ambos niños gritando y luchando por su vida en esa misma cocina.
-Veo que él te lo dijo… bien, pero apuesto a que no te contó lo que pasó cuando iba en secundaria…
-No, ¿qué fue lo que pasó?
-Había una chica, creo que se llamaba Lucy, ella siempre lo miraba, no le quitaba la vista de encima, él me decía que conforme pasaba el tiempo sentía una rabia inmensa que lo invadía cada vez que ella lo miraba, hasta que un día… él no lo soportó más, era su cumpleaños y ella le iba a dar un regalo después de clases, pero en cuanto se acercó a Diego y lo miró, él se le lanzó encima y comenzó a golpearla… por suerte yo estaba cerca y lo detuve, me lo llevé y la dejamos ahí tirada, quedó inconsciente, nadie lo vio golpearla pero algunos compañeros de Diego nos vieron corriendo. Ese día, Diego decidió que debíamos alejar a las personas de nosotros, tratarlas mal, darles miedo… al día siguiente, ella dijo no recordar lo que le había pasado, pero los compañeros de Diego dijeron lo que vieron y nos interrogaron, yo me eché la culpa de todo y tuve la esperanza de que me enviaran al instituto psiquiátrico pero mi abogado no pudo hacer nada y pasé 3 años en la cárcel.
-Te sacrificaste por tu hermano…
-Sí, y ahora le toca a él sacrificarse por mí –dijo mientras me miraba de nuevo- fue un placer conocerte, por favor, perdóname.
Sus palabras me asustaron, me hice para atrás y sentí el cuerpo de otra persona ahí.
-No debiste venir, aun no queríamos hacerlo pero esta es una oportunidad y no hay que desaprovecharla –dijo Laura, quien estaba detrás de mí sosteniendo un cuchillo alrededor de mi cuello.
-¿Qué pasa? ¿Qué están haciendo? –pregunté asustado, me sorprendió haber podido hablar.
-Querías saber una forma, esta es una… -dijo Abel mientras se acercaba a mí.
No sabía qué hacer, tal vez podría escapar, pero… si esa de verdad era la forma… ¿no era mejor sacrificarme por él?
-¡Mierda, vete! –Gritó Abel- ¡Huye, Laura!
Laura me soltó al instante y salió corriendo de la casa, Abel tiró todas las cosas que se hallaban sobre la mesa y se tocó la cabeza mientras se agachaba y se sentaba en el piso. Decidí aprovechar el momento para escapar y volví a mi casa lo más pronto que pude, subí directamente a mi cuarto y me encerré, habían intentado asesinarme 2 veces en un solo día, tenía un miedo inigualable, casi me metía debajo de la cama.
Me tranquilicé y me senté frente a la computadora, tecleé la primera palabra que se me vino a la mente… “Bruja”. Pasó un largo rato hasta que encontré una lista de direcciones de brujas en Monterrey y sus alrededores, investigué a cada una por separado, la mayoría tenían un sitio web propio y la bruja que yo estaba buscando debía ser una anciana, así que no creí que fuese alguna de ellas y me concentré en las 3 que me quedaron, encontré una página donde daban referencias de esas mujeres, a dos se les acusaba de charlatanas, sólo quedaba una, la cual tenía cientos de comentarios buenos y muchas recomendaciones, tenía que ser ella.
Fui hasta su casa, era una vivienda muy pobre y algo deteriorada en un barrio horrendo, pero era importante para mí hablar con ella, así que lo soporté. Entré a la casa y llegué hasta un cuartito oscuro, había un olor extraño circulando por la habitación, figuras demoníacas, crucifijos de cabeza y cuadros de la Santa Muerte con veladoras, en una esquina había una mujer muy vieja, cubierta por un manto transparente, había una mesita frente a ella donde se encontraban unas cartas de tarot y una vela. Me acerqué aun con algo de temor y me paré frente a ella.
-Justo como me lo dijeron –dijo la anciana voz- aun sirvo para leer las cartas.
Soltó una risita extraña y me dijo que me sentara.
-Sé a lo que vienes… lo supe desde que ellas me pidieron realizar ese trabajo, mis cartas me lo dijeron, lo que hicimos fue muy malo y no se iba a quedar así, yo también se lo advertí a esas mujeres pero no les importó, estaban decididas a arruinarle la vida a esa joven pareja. Esos niños vinieron a buscarme también, les dije lo que tenían qué hacer pero parece que no quedaron conformes, pero si quieren remover la maldición… tienen que hacerlo…
-Dígamelo, ¿qué es lo que hay que hacer?
-Hay 2 maneras de remover la maldición –dijo muy seria- esos niños no pueden ser amados, pero pueden amar… si uno de ellos mata al ser que el otro ama, la maldición será removida.
Entonces lo comprendí, Laura y Abel habían intentado matarme porque Diego me amaba… seguro Diego le había hablado sobre mí a Abel y éste le había pedido a Laura que se hiciera mi amiga y que nos vigilara para así ganarse mi confianza y en cualquier momento matarme y así ellos dos podían ser felices, era algo cruel, pero entonces me pregunté a mi mismo, ¿si Diego me lo hubiese pedido, no estaría yo dispuesto a hacerlo? Aunque no pudiera vivir en paz nunca más, aunque tuviese que suicidarme al día siguiente por el gran peso de haberle quitado la vida alguien, habría valido la pena… al menos poder amarlo por unos momentos y que él también pudiese amarme a mí, aunque fuese sólo por un instante…
-¿Y cuál es al otra? –pregunté volviendo a la charla.
-La otra es que maten al único ser que los ama y que no es afectado por la maldición… a sí mismos.
-¡¿Qué se suiciden?!
-Con que uno de ellos lo haga es suficiente para que el otro pueda ser amado sin peligro alguno.
-¡¿Pero cómo les pide eso?! –Pregunté furioso mientras me levantaba de la mesa- ¿cómo espera que alguno mate a la persona que el otro ama y pueda vivir tranquilo el resto de su vida? O bien, ¿cómo quiere que se pongan de acuerdo para que uno se quite la vida por el bien del otro? Aunque se quiten la maldición, no podrían vivir a gusto…
-Esas mujeres fueron las que pusieron las condiciones para remover la maldición, les advertí que cuando le deas un mal a alguien, éste se te devuelve 7 veces, es la ley de la magia negra. La anciana murió hace tiempo, entraron a su casa a robar, ella intentó ahuyentar a los ladrones, pero de nada le sirvió, ellos la violaron y la golpearon hasta que murió, eran 7… la otra mujer, creo que aun vive, la última vez que vino me contó que nunca se casó y vive sola, estuvo embarazada varias veces pero todos sus bebés nacieron muertos… fueron 7 en total.
-Eso y más se merecían –pensé- Pero hay algo que no entiendo –dije- si se supone que la maldición se les quita cuando uno mata a la persona que el otro ama, ¿por qué la maldición no desapareció cuando mataron a sus padres?
-Porque según tengo entendido, sus papás no los veían, ellos los querían porque eran sus hijos pero esos niños necesitaban estar con ellos para desarrollar ese amor, quizá les tenían cariño pero no les amaban.
Me agaché y traté de comprender todo lo que me acaba de decir la bruja, era hora de irme, saqué mi cartera y le di un billete a la anciana.
-No es necesario, esas cosas no me sirven a donde voy, según las cartas, tú serías el último en visitarme… así que vete ya si no quieres ver a una patética anciana morir.
Guardé mi dinero y volví a mi casa, en el camino pensé tantas cosas… llegué a un punto en el que se me ocurrió pararme frente a Abel y decirle: “Por favor, mátame” ¿sería capaz de hacer eso por Diego? Así la maldición se iría pero… ¿podría él vivir feliz?
Encontré a Diego cuando iba caminando a mi casa, estábamos cerca de un parque y él se sentó en una de las bancas sin decirme nada, me senté a su lado y comenzó a hablar.
-No quería venir porque te pongo en peligro, pero… aquí hay mucha gente, si algo pasa, quizá me detengan, aunque si quieres que me vaya, lo haré.
-Me controlaré, no te preocupes.
-Lo que pasa es que necesitaba hablar con alguien, mi hermano… está enamorado de la hermana de uno de sus amigos reos y quiere hacer algo para estar con ella… nosotros quedamos en que no nos enamoraríamos de nadie y que sólo seríamos él y yo, pero ambos estamos faltando a nuestra palabra, él quiere hacer algo para que nos puedan amar…
-Visité a la bruja y sé las condiciones –dije mirando al suelo.
-No voy a permitir que te haga algo.
El teléfono de Diego comenzó a sonar y él contestó, sus ojos se abrieron hasta casi salir de sus órbitas y entonces colgó. Me abrazó fuertemente y comenzó a llorar, yo sólo lo abracé sin preguntar algo y nos mantuvimos así por un tiempo hasta que se calmó.
-Abel se suicidó –dijo mirándome a los ojos- se tiró de un puente, junto con esa chica…
Volví a abrazarlo y Diego rompió en llanto de nuevo.
Diego encontró una nota de Abel cuando llegó a su casa, en ella, Abel le decía lo que había estado a punto de hacer ese día en su casa y cómo ambos habían decidido que la única forma de estar juntos era estando muertos, así no le harían daño a nadie ni se harían daño a sí mismos, también explicaba lo que yo me imaginé, Laura entró a la misma carrera de Diego para encontrar a alguien que él amara, acercarse a esa persona y después asesinarla… todo con tal de estar con su amor.
Luego del funeral, me quedé hasta el final para apoyar a Diego, ese día y los que le siguieron fui a visitarlo constantemente para ver que estuviese bien y que no se sintiera tan solo, pasaron las semanas y poco a poco fui notando cómo continuó con su vida. Un día, me invitó a comer, todo preparado por él mismo, se veía muy contento y yo también lo estaba con sólo verlo. Diego se sentó a mi lado y me miró tiernamente.
-Me da gusto verte así –le dije sonriéndole.
-Estoy seguro que él quería que así estuviera… y mis padres también, todos hicieron sacrificios para que al menos uno de nosotros fuese feliz, así que no puedo desperdiciar todo lo que ellos hicieron, no puedo desaprovechar la gran oportunidad que me han dado… además, si Abel, al estar con Laura, siente lo mismo que yo siento cuando estoy contigo, entonces… él debe ser muy feliz, dondequiera que esté…
Diego se acercó a mí y me besó tiernamente en los labios, yo disfrute ese beso y todos los que le siguieron, al igual que las caricias y los momentos que pasé junto a él, al fin podíamos amarnos, al fin podíamos estar juntos… y no, no fue sólo por un instante.
Cuando escuché estas palabras, no sabía qué sentir, qué pensar, cómo actuar, qué hacer. Después de todo, uno no elige de quien se enamora y mucho menos a quien ama… pero se puede luchar para prohibir el sentimiento, se puede apartarse, alejarse, rechazarlo, ignorarlo hasta que el inconsciente se crea que de verdad no nos importa… se puede, pero la verdad no tengo idea si funcione y menos si no s tiene la firme decisión de hacerlo. Terminé desechando esa idea, no me imaginaba mi vida sin él, sin sus gritos, sin su frialdad, sin su… todo, aunque pareciese que yo no tenía nada de él, sentía que si me apartaba de lo poco que él me daba, moriría, mi mundo se terminaría y no podría continuar, no sin él, no sin lo poco que recibía de él.
-Debe haber una forma –le dije aun teniéndolo entre mis brazos, podía oler su hermoso perfume y escuchaba su respiración siendo interrumpida por los anticuerpos, seguía llorando.
-¿Una forma de qué? –preguntó sin soltarme.
-De quitarte la maldición… de quitársela a tu hermano y a ti.
-No te involucres –dijo poniendo su cara frente a la mía, sus ojos estaban rojos y su mirada, tan triste.
-¿Entonces sí la hay? –insistí.
-No entiendo por qué todo contigo me sale al revés –dijo cuando me soltó y dio unos pasos hacia atrás- intento alejarte tratándote mal y en lugar de eso, te acercas más a mí; te cuento esto para ver si así te alejas y te interesas más y lo más fastidioso es que… intento que no seas importante… y no puedo, cada vez más tú… tú eres lo único que importa.
Me sonrojé y no pude evitar sonreír, Diego no se veía contento.
-¿Cómo esperas que me aleje? –Le respondí acercándome a él- ¿Cómo quieres que me vaya si yo te a…?
Diego me miró con furia, tenía sus puños cerrados, parecía un gato a punto de lanzarme un arañazo justo en el rostro… yo iba a decírselo, lo había olvidado… iba a decirle que lo amaba…
-Vete –dijo mientras sacudía la cabeza y volvía en sí- tienes que irte.
No dije nada y caminé hacia la estación del metro, no miré atrás ni me detuve… durante todo el camino no dejé de sentir su mirada punzante en todo mi cuerpo…
Chapitre #3: “Please, kill me”
Subí al metro pensando en la forma de quitarles la maldición, si Diego y su hermano no habían intentado quitársela aun conociendo la forma era porque no se atrevían a realizarla, en otras palabras: era algo difícil, muy malo o ambas.
-Su hermano- dije para mis adentros. Él debía saber el modo y debía decírmelo si quería quitarse la maldición, quizá yo podría ayudar, además, con él no corría peligro.
Me pregunté si seguían viviendo donde su abuela y decidí ir a averiguarlo, me conecté a Internet desde mi celular y revisé la dirección en el reportaje dónde leí lo del asesinato. Al salir de la estación, me apresuré a llegar a la casa a pie ya que estaba cerca.
Encontré la residencia más rápido de lo que pensé, la casa lucía muy descuidada, parecía abandonada… me atreví a tocar el timbre y esperé un momento, pero nadie salió, al cabo de unos segundos creí ver a alguien por la ventana pero cuando miré no había nadie allí, toqué el timbre nuevamente y al instante escuché un “voy” desde dentro de la casa.
El hombre que abrió la puerta era muy apuesto, a pesar del aspecto de “chico malo” que le otorgaban sus tatuajes en sus bien formados brazos, llevaba una camisa negra de tirantes y unos jeans ajustados, era de mi estatura y tenía la cabeza rapada, al salir me sonrió y me invitó a pasar. Cuando entré a la casa me dí una gran sorpresa al ver todo ordenado y limpio.
-Por poco creí que este lugar estaba abandonado –dije tímidamente.
-Por fuera lo parece, pero aquí adentro… a Diego le gusta tener todo ordenado.
Hubo un pequeño momento de silencio incómodo.
-Tú debes ser Carlos –dijo aun con la sonrisa en el rostro.
-Sí, ¿Diego te ha hablado de mí?
-Algo así –respondió mientras caminaba a la cocina- pero sígueme, ¿quieres algo de tomar?
-Sólo agua –contesté siguiéndolo.
Llegamos a la cocina, Abel abrió el refrigerador y sacó una jarra de agua.
-Ah, por cierto, me llamo Abel, soy el hermano mayor de Diego.
-Sí, ya te conocía…
Escuché un sonido en la habitación contigua, por un momento pensé que no estábamos solos…
-Diego no está –dijo mientras me pasaba el vaso con agua- pero puedes esperarlo aquí, si gustas...
-De hecho quería hablar contigo.
-¿Conmigo? ¿Y de qué?
-Quiero saber… si existe un modo.
-¿Un modo? –preguntó mirándome fijamente.
-Sí, una manera de quitarles la maldición.
Se puso pálido al escucharme y no me quitó la vista de encima, me intimidó y dirigí mi mirada hacia otra parte, entonces no pude evita imaginarme a la madre de ambos niños gritando y luchando por su vida en esa misma cocina.
-Veo que él te lo dijo… bien, pero apuesto a que no te contó lo que pasó cuando iba en secundaria…
-No, ¿qué fue lo que pasó?
-Había una chica, creo que se llamaba Lucy, ella siempre lo miraba, no le quitaba la vista de encima, él me decía que conforme pasaba el tiempo sentía una rabia inmensa que lo invadía cada vez que ella lo miraba, hasta que un día… él no lo soportó más, era su cumpleaños y ella le iba a dar un regalo después de clases, pero en cuanto se acercó a Diego y lo miró, él se le lanzó encima y comenzó a golpearla… por suerte yo estaba cerca y lo detuve, me lo llevé y la dejamos ahí tirada, quedó inconsciente, nadie lo vio golpearla pero algunos compañeros de Diego nos vieron corriendo. Ese día, Diego decidió que debíamos alejar a las personas de nosotros, tratarlas mal, darles miedo… al día siguiente, ella dijo no recordar lo que le había pasado, pero los compañeros de Diego dijeron lo que vieron y nos interrogaron, yo me eché la culpa de todo y tuve la esperanza de que me enviaran al instituto psiquiátrico pero mi abogado no pudo hacer nada y pasé 3 años en la cárcel.
-Te sacrificaste por tu hermano…
-Sí, y ahora le toca a él sacrificarse por mí –dijo mientras me miraba de nuevo- fue un placer conocerte, por favor, perdóname.
Sus palabras me asustaron, me hice para atrás y sentí el cuerpo de otra persona ahí.
-No debiste venir, aun no queríamos hacerlo pero esta es una oportunidad y no hay que desaprovecharla –dijo Laura, quien estaba detrás de mí sosteniendo un cuchillo alrededor de mi cuello.
-¿Qué pasa? ¿Qué están haciendo? –pregunté asustado, me sorprendió haber podido hablar.
-Querías saber una forma, esta es una… -dijo Abel mientras se acercaba a mí.
No sabía qué hacer, tal vez podría escapar, pero… si esa de verdad era la forma… ¿no era mejor sacrificarme por él?
-¡Mierda, vete! –Gritó Abel- ¡Huye, Laura!
Laura me soltó al instante y salió corriendo de la casa, Abel tiró todas las cosas que se hallaban sobre la mesa y se tocó la cabeza mientras se agachaba y se sentaba en el piso. Decidí aprovechar el momento para escapar y volví a mi casa lo más pronto que pude, subí directamente a mi cuarto y me encerré, habían intentado asesinarme 2 veces en un solo día, tenía un miedo inigualable, casi me metía debajo de la cama.
Me tranquilicé y me senté frente a la computadora, tecleé la primera palabra que se me vino a la mente… “Bruja”. Pasó un largo rato hasta que encontré una lista de direcciones de brujas en Monterrey y sus alrededores, investigué a cada una por separado, la mayoría tenían un sitio web propio y la bruja que yo estaba buscando debía ser una anciana, así que no creí que fuese alguna de ellas y me concentré en las 3 que me quedaron, encontré una página donde daban referencias de esas mujeres, a dos se les acusaba de charlatanas, sólo quedaba una, la cual tenía cientos de comentarios buenos y muchas recomendaciones, tenía que ser ella.
Fui hasta su casa, era una vivienda muy pobre y algo deteriorada en un barrio horrendo, pero era importante para mí hablar con ella, así que lo soporté. Entré a la casa y llegué hasta un cuartito oscuro, había un olor extraño circulando por la habitación, figuras demoníacas, crucifijos de cabeza y cuadros de la Santa Muerte con veladoras, en una esquina había una mujer muy vieja, cubierta por un manto transparente, había una mesita frente a ella donde se encontraban unas cartas de tarot y una vela. Me acerqué aun con algo de temor y me paré frente a ella.
-Justo como me lo dijeron –dijo la anciana voz- aun sirvo para leer las cartas.
Soltó una risita extraña y me dijo que me sentara.
-Sé a lo que vienes… lo supe desde que ellas me pidieron realizar ese trabajo, mis cartas me lo dijeron, lo que hicimos fue muy malo y no se iba a quedar así, yo también se lo advertí a esas mujeres pero no les importó, estaban decididas a arruinarle la vida a esa joven pareja. Esos niños vinieron a buscarme también, les dije lo que tenían qué hacer pero parece que no quedaron conformes, pero si quieren remover la maldición… tienen que hacerlo…
-Dígamelo, ¿qué es lo que hay que hacer?
-Hay 2 maneras de remover la maldición –dijo muy seria- esos niños no pueden ser amados, pero pueden amar… si uno de ellos mata al ser que el otro ama, la maldición será removida.
Entonces lo comprendí, Laura y Abel habían intentado matarme porque Diego me amaba… seguro Diego le había hablado sobre mí a Abel y éste le había pedido a Laura que se hiciera mi amiga y que nos vigilara para así ganarse mi confianza y en cualquier momento matarme y así ellos dos podían ser felices, era algo cruel, pero entonces me pregunté a mi mismo, ¿si Diego me lo hubiese pedido, no estaría yo dispuesto a hacerlo? Aunque no pudiera vivir en paz nunca más, aunque tuviese que suicidarme al día siguiente por el gran peso de haberle quitado la vida alguien, habría valido la pena… al menos poder amarlo por unos momentos y que él también pudiese amarme a mí, aunque fuese sólo por un instante…
-¿Y cuál es al otra? –pregunté volviendo a la charla.
-La otra es que maten al único ser que los ama y que no es afectado por la maldición… a sí mismos.
-¡¿Qué se suiciden?!
-Con que uno de ellos lo haga es suficiente para que el otro pueda ser amado sin peligro alguno.
-¡¿Pero cómo les pide eso?! –Pregunté furioso mientras me levantaba de la mesa- ¿cómo espera que alguno mate a la persona que el otro ama y pueda vivir tranquilo el resto de su vida? O bien, ¿cómo quiere que se pongan de acuerdo para que uno se quite la vida por el bien del otro? Aunque se quiten la maldición, no podrían vivir a gusto…
-Esas mujeres fueron las que pusieron las condiciones para remover la maldición, les advertí que cuando le deas un mal a alguien, éste se te devuelve 7 veces, es la ley de la magia negra. La anciana murió hace tiempo, entraron a su casa a robar, ella intentó ahuyentar a los ladrones, pero de nada le sirvió, ellos la violaron y la golpearon hasta que murió, eran 7… la otra mujer, creo que aun vive, la última vez que vino me contó que nunca se casó y vive sola, estuvo embarazada varias veces pero todos sus bebés nacieron muertos… fueron 7 en total.
-Eso y más se merecían –pensé- Pero hay algo que no entiendo –dije- si se supone que la maldición se les quita cuando uno mata a la persona que el otro ama, ¿por qué la maldición no desapareció cuando mataron a sus padres?
-Porque según tengo entendido, sus papás no los veían, ellos los querían porque eran sus hijos pero esos niños necesitaban estar con ellos para desarrollar ese amor, quizá les tenían cariño pero no les amaban.
Me agaché y traté de comprender todo lo que me acaba de decir la bruja, era hora de irme, saqué mi cartera y le di un billete a la anciana.
-No es necesario, esas cosas no me sirven a donde voy, según las cartas, tú serías el último en visitarme… así que vete ya si no quieres ver a una patética anciana morir.
Guardé mi dinero y volví a mi casa, en el camino pensé tantas cosas… llegué a un punto en el que se me ocurrió pararme frente a Abel y decirle: “Por favor, mátame” ¿sería capaz de hacer eso por Diego? Así la maldición se iría pero… ¿podría él vivir feliz?
Encontré a Diego cuando iba caminando a mi casa, estábamos cerca de un parque y él se sentó en una de las bancas sin decirme nada, me senté a su lado y comenzó a hablar.
-No quería venir porque te pongo en peligro, pero… aquí hay mucha gente, si algo pasa, quizá me detengan, aunque si quieres que me vaya, lo haré.
-Me controlaré, no te preocupes.
-Lo que pasa es que necesitaba hablar con alguien, mi hermano… está enamorado de la hermana de uno de sus amigos reos y quiere hacer algo para estar con ella… nosotros quedamos en que no nos enamoraríamos de nadie y que sólo seríamos él y yo, pero ambos estamos faltando a nuestra palabra, él quiere hacer algo para que nos puedan amar…
-Visité a la bruja y sé las condiciones –dije mirando al suelo.
-No voy a permitir que te haga algo.
El teléfono de Diego comenzó a sonar y él contestó, sus ojos se abrieron hasta casi salir de sus órbitas y entonces colgó. Me abrazó fuertemente y comenzó a llorar, yo sólo lo abracé sin preguntar algo y nos mantuvimos así por un tiempo hasta que se calmó.
-Abel se suicidó –dijo mirándome a los ojos- se tiró de un puente, junto con esa chica…
Volví a abrazarlo y Diego rompió en llanto de nuevo.
Diego encontró una nota de Abel cuando llegó a su casa, en ella, Abel le decía lo que había estado a punto de hacer ese día en su casa y cómo ambos habían decidido que la única forma de estar juntos era estando muertos, así no le harían daño a nadie ni se harían daño a sí mismos, también explicaba lo que yo me imaginé, Laura entró a la misma carrera de Diego para encontrar a alguien que él amara, acercarse a esa persona y después asesinarla… todo con tal de estar con su amor.
Luego del funeral, me quedé hasta el final para apoyar a Diego, ese día y los que le siguieron fui a visitarlo constantemente para ver que estuviese bien y que no se sintiera tan solo, pasaron las semanas y poco a poco fui notando cómo continuó con su vida. Un día, me invitó a comer, todo preparado por él mismo, se veía muy contento y yo también lo estaba con sólo verlo. Diego se sentó a mi lado y me miró tiernamente.
-Me da gusto verte así –le dije sonriéndole.
-Estoy seguro que él quería que así estuviera… y mis padres también, todos hicieron sacrificios para que al menos uno de nosotros fuese feliz, así que no puedo desperdiciar todo lo que ellos hicieron, no puedo desaprovechar la gran oportunidad que me han dado… además, si Abel, al estar con Laura, siente lo mismo que yo siento cuando estoy contigo, entonces… él debe ser muy feliz, dondequiera que esté…
Diego se acercó a mí y me besó tiernamente en los labios, yo disfrute ese beso y todos los que le siguieron, al igual que las caricias y los momentos que pasé junto a él, al fin podíamos amarnos, al fin podíamos estar juntos… y no, no fue sólo por un instante.
Última edición por Machucarules el Lun 6 Jul - 0:26, editado 1 vez
Re: Serial Love (Chap. 3) [End]
no me gusto el final esperaba algo mas
pako_tigres- Jounin
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Fecha de inscripción : 11/09/2008
Re: Serial Love (Chap. 3) [End]
Hubo algo que olvidé mencionar cuando salió la bruja XD, los hermanos no se mataron entre sí porque ellos eran inmunes a la maldición solo podían amarse entre ellos (David:incesto, incesto)
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