Serial Love (Chap. 1)
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Serial Love (Chap. 1)
Y ahí estaba yo, debajo de ese árbol de grandes y jugosos limones que de repente caían al suelo como rogando ser comidos o siquiera aplastados por quien fuese que pasara. Me encontraba muy nervioso pero ya no había marcha atrás, no podía seguir ocultando más ese sentimiento, esa sensación que se reprimía a menudo y se quedaba impregnada en mi pecho pidiendo salir a gritos pero que la razón seguí manteniendo ahí, hasta que esa razón encontró motivos para dejarla salir, encontró miradas que aunque eran fugaces, dejaban ver cierto brillo de aquellos ojos cafés de donde provenían, encontró palabras que aunque a veces eran hostiles en ocasiones mostraban cierto interés y también encontró sensaciones, algo que hizo darse por vencida a la razón y entregarse al sentimiento y así, poder dejar salir aquellas palabras que podrían terminar con todo, que aunque no había mucho de todas formas, al menos era algo… o bien, que podían dar inicio a lago hermoso y totalmente desconocido para mí.
Eran las 3 en punto cuando vi a Diego acercarse, su mochila le colgaba de su hombro derecho, el viento movía su hermoso cabello al mismo ritmo que a los limones y a las hojas del árbol. Se paró frente a mí y me miró directo a los ojos intimidándome por completo.
-¿Qué quieres? –preguntó con sus ojos clavados en mí.
-Diego, yo…–las palabras no salían, estaba muy nervioso- sa-sabes, tu me…
-¿Te gusto? –dijo mirándome con esa pinta de tipo gruñón en su rostro. La forma tan liberal en que lo dijo hizo que mi corazón se volviera loco y quisiese romper mi pecho para salir corriendo pero debía seguir…
-No sólo es eso –respondí mirando hacia abajo- Te amo.
Pasaron cerca de 3 segundos en que hubo un silencio total, no se escuchaba el canto de los pájaros, ni las conversaciones lejanas de las demás personas, como si el sonido se hubiese ocultado por lo que venía a continuación. Diego me tomó del cuello con su mano derecha casi estrangulándome, yo tomé su muñeca con mis dos manos tratando de alejarlo, pero fue inútil.
-Tu no me amas… aun –dijo mientras sonreía levemente- y más te vale que no lo hagas.
Luego de aquellas palabras me hizo retroceder hasta que mi espalda quedó pegada al tronco del árbol, acercó su cara a la mía y luego me mordió levemente el oído, lo cual me hizo sentir un leve cosquilleo en mi cuerpo.
-Porque si llegas a amarme –me susurró al oído- te mataré.
Chapter #1: “Get away from me”
Mi cuerpo se congeló mientras él se apartaba de mí, soltó mi cuello, sonrió y se marchó caminando tranquilamente.
Me toqué el cuello y me quedé ahí un momento. ¿Qué fue aquello? “Te mataré” ¿Fue enserio o lo dijo en sentido figurado? Tenía tanto tomar por sólo pensar que fuese real, pero debía serlo ya que venía de Diego, ese chico antisocial e insolente que trataba mal a todo el mundo y no le caía bien a nadie y que a pesar de todas esas cosas que lo hacían detestable, yo me había enamorado de él desde la primera vez que lo vi.
Recuerdo que había sido unos meses atrás, cuando entramos a la facultad, era el primer día y yo estaba totalmente nervioso, al punto que podría vomitar en cualquier momento.
De pronto, una leve ventisca de aire me hizo notar el olor a limón de aquel árbol en una de las orillas del campus. Decidí acercarme a él y arrancar una de las hojas para olerla, por alguna razón el olor a limón me tranquilizaba.
Vi a un joven sentado debajo del árbol que parecía leer un libro, esto hizo que me diera un poco de vergüenza al acercarme y arrancar la hoja, pero aquel muchacho ni siquiera pareció notarme, estaba totalmente sumergido en su lectura. Eché un vistazo al título del libro, era “Romeo y Julieta”. Luego mi mirada se desvió hacia la cara de su propietario, tenía unos 19 años, era aperlado, de cabello oscuro, ojos cafés y un cabello liso hermoso que ya tenía un tanto largo y que se movía con tal elegancia gracias al viento. Cuando me dí cuenta, ya me estaba mirando.
-¿Qué me ves? –dijo mirándome como si me odiara.
-Ah, hola, este yo… -entonces recordé su libro- miraba tu libro, así que te gusta Shakespeare.
Siguió mirándome con una indiferencia fatal.
-Es un muy buen título –dije sonriendo.
De pronto su mirada cambió, sus ojos se abrieron asombrados por un pequeño lapso de tiempo. Se levantó y volvió a mirarme enojado. Llevaba unos jeans, tennis y una playera negra pegada al cuerpo que me dejó ver su fantástico abdomen y sus resaltantes bíceps que me dejaron atónito por unos segundos… hasta que intenté mirar hacia otro lado, él se fue. Lo seguí mirando mientras se alejaba y olí mi hoja. Me tranquilicé y busqué mi salón. Al llegar ya me sentía más tranquilo, m había dado un “taco de ojo” con ese chico, a pesar de que no conseguí su nombre. Entonces lo vi cruzar la puerta del aula, él pareció sentir mi mirada y volteó en mi dirección, al verme se sentó en el primer banco vacío que encontró, yo estaba hasta atrás y me pareció muy obvio que no quería estar cerca de mí. La maestra entró y nos dio la primera clase.
Al comenzar el receso pensé en acercarme de nuevo, el tipo me había llamado demasiado la atención como para dejarlo así. La mayoría de mis compañeros ya habían salido, él permaneció en su banco mordiéndose una uña. Me levanté de mi asiento y me acerqué a él, me paré justo frente a su banco, él levantó la cabeza levemente y me miró con sus ojos de aberración total.
-Creo que tuvimos un mal comienzo –dije poniendo mi mano en la nuca y riéndome nerviosamente- me llamo Carlos.
Alcé mi mano hacia su cara y sonreí. Él se levantó y se fue. Yo me quedé con mi mano en el aire y riéndome bobamente mientras los demás me miraban extrañados. Salí despistadamente del salón y entré al baño. Miré por un momento mi cabello corto y rizado, luego la ropa elegante que había usado para causar una buena impresión el primer día, llevaba un pantalón de vestir negro y una camisa morada. Mi piel es aperlada, mi cabello y ojos son oscuros y no soy muy alto… digamos que me defiendo. Me revisé de pies a cabeza para tratar de encontrar que era lo que le caía tan mal de mí al chico ese, pero no logré encontrar nada inusual.
-Quizá sólo le parezco estúpido –dije mirándome al espejo y apoyando mis manos en el lavabo.
-Si le hablas a u reflejo, debes serlo –respondió él mientras se acercaba a lavarse las manos.
La vergüenza casi me hace desmayarme ahí mismo pero traté de olvidarla e hice otro esfuerzo por acercarme.
-¿Por qué tanta hostilidad? ¿Qué te he hecho yo?
-No eres tú, es la gente.
-¿La gente? –pregunté atontado.
-No me gusta la gente –dijo secándose las manos.
Caminó hacia la salida del baño.
-Al menos dime tu nombre… -dije alzando un poco la voz.
-Si tanto te interesa –respondió sin mirarme- averígualo tú.
Salió del baño dejándome con la duda.
-Este tipo… -dije para mis adentros- me trata como basura, pero me sigue pareciendo tan lindo… creo que soy masoquista.
Volví al salón y seguí observando al chico. En ocasiones se daba cuenta pero simplemente me ignoraba. También me di cuenta que trataba mal a todo aquel que se le acercaba, fuese quien fuese, hablaba lo menos posible. Pareciese que quería influirnos temor… y lo lograba.
En la siguiente clase puse atención cuando el profesor tomó lista y así pude saber su nombre: Diego Sauceda.
Pasaron las semanas, yo traté muchas veces de acercarme a él pero siempre era tratado de la forma más cruel en que se puede tratar a alguien. Mientras tanto, mis compañeros comenzaron a crear rumores sobre él. En una ocasión dijeron que era un ex-convicto, en otra que se trataba de un asesino en serie prófugo de la justicia. Yo no sabía si reírme o llorar. Diego se hacía el desentendido pero algo me decía que estaba consciente de todo aquello.
Mis penas eran escuchadas por mi nueva mejor amiga, Laura, una chica de mi salón. Era bajita de cabello teñido y algo maltratado, morena de ojos negros y delgada.
-Sigo sin entender cómo te puede gustar –dijo mirándose las uñas.
-Yo tampoco –respondí con la cabeza apoyada en mi palma- pero hay algo que me llama la atención de él, no sé cómo explicarlo.
-Pues yo no creo que sienta lo mismo por ti, ese tipo es un insensible.
-Ya sé, pero me da igual. Seguiré intentando.
-Hasta que harte de ti y te golpeé.
-Entonces lo intentaré con mayor razón.
-Me das miedo.
-Me doy miedo a mí mismo –dije bajando la cabeza.
En ese momento, una chica que cargaba una carpeta se acercó a nosotros, me miró y se mostró dudosa un momento.
-¿Eres Carlos García? –preguntó algo apenada.
-Sí –contesté mirándola.
La chica dejó caer la pesada carpeta en mi banco.
-El profe Donjuan me dijo que te diera eso.
-¿Qué es? –pregunté tomando la carpeta.
-Encuestas, quiere que vayas a las distintas facultades y las hagas a 10 estudiantes de cada una, incluyendo las del Hospital Universitario.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué yo?! –pregunté aterrado.
-Dijo que necesitas los puntos y si no quieres hacerlos –dijo alzando su mano hacia mi- te vas a segundas.
Miré a Laura y me resigné.
-Déjalas aquí, yo me encargo.
-Las quiere el lunes a primera hora en su escritorio –dijo sonriendo.
-¡¿Este lunes?! Pero hoy es jueves…
-Y quiere una gráfica de barras con la información obtenida.
Me molesté, pero sí necesitaba los puntos.
-Dile que lo tendrá todo el lunes a primera hora.
La chica volvió a sonreír y se fue.
-Zorra –dije al instante.
-Ella no tiene la culpa.
-Le decía al profe… nimodo. ¿Tienes algo que hacer el fin?
-Sí, tendrás que conseguir a alguien más que te ayude.
-Mierda.
Tras el abandono de Laura, tuve que hacer las encuestas yo solo y fue un total martirio. Algunos se burlaban de las preguntas y se tardaban años en responder por hacerse los graciosos con sus amigos, otros me ignoraban, algunos cuantos no entendieron cómo llenarlas y lo hicieron mal, así que opté por hacerles las preguntas yo mismo, lo cual fue mucho más tardado. Logré avanzar mucho jueves y viernes, por desgracia no encontré muchos estudiantes durante el fin de semana y tuve que inventar las respuestas, esto fue igual de tardado ya que tenía que fijarme en no contestarlas de la misma forma tan seguido.
Terminé la gráfica a las 2 de la mañana del domingo. Mi impresora no tenía tinta y mejor me fui a dormir, me preocuparía por la gráfica al día siguiente. Por desgracia, no logré dormir bien, soñé que no lograba imprimir la hoja y el profe rompía las encuestas en mi cara, desperté totalmente aterrado y me levanté a prepararme para la escuela. Tomé mis encuestas y mi usb, donde iba contenida la dichosa gráfica. Afuera llovía, así que pedí un taxi para que mi trabajo no se mojara, en el camino recordé que en la facultad había un ciber que abría a las 6:30 de la mañana, allí podría imprimir mi gráfica. Al llegar, bajé del taxi saltando los charcos y mojándome la cabeza, traté de proteger mis encuestas como pude, estaba a unos cuantos pasos del ciber cuando pise mis propias cintas y caí en un enorme charco de agua sucia, mis encuestas se mojaron por completo y la usb, que llevaba preparada en mi mano, se mojó junto con ellas. Me quedé en el charco, de rodillas, mirando mi trabajo flotando en ese asqueroso charco, atónito.
-¿Estás bien? –preguntó una voz conocida.
Diego me tomó de los brazos y me levantó del charco.
-Oye… ¿estás bien? –insistió.
Yo tenía la mirada perdida, en mi mente seguía grabada la imagen de las encuestas mojadas. Diego me estrujó varias veces.
-¡Carlos, dime algo! –gritó mirándome a los ojos.
Yo lo miré y mis ojos se empañaron.
-Es-su-en –balbuceé.
-¿Qué? –preguntó preocupado.
Me puse a llorar como nunca. No me importo que me viera, era lo único que podía hacer en ese momento. Volví a balbucear algo.
-Cállate –dijo mientras me abrazaba y me cubría con su chaqueta.
-Sólo a un idiota como tú se le ocurre venir sin paraguas en un día como este –dijo sin dejar de abrazarme.
Intenté decirle que en mi casa sólo había uno y se lo habían llevado mis padres, pero creo que sólo dije “había” y “llevaron”. Yo seguía llorando y así pasaron varios minutos hasta que me dí cuenta que estábamos abrazados bajo la lluvia. Entonces me sonrojé, rápidamente él se hizo para atrás.
-Quédate con la chaqueta –dijo mientras daba media vuelta- ah sí. Venía a decirte que Donjuan llamó, dijo que no vendría hoy, que podías entregar el trabajo mañana y me pidió que te ayudara con que te faltara… o sea con todo.
Me agaché y vi mi trabajo en el charco, estuve a punto a de llorar otra vez pero me contuve.
-Así que… espérame a la salida –dijo mientras caminaba hacia el salón.
Corrí hasta alcanzarlo y me fui caminando junto a él.
-Es la primera vez que me llamas por mi nombre –dije sonriendo.
-¿Eh?
-Sí, siempre me dices: “oye tú”, “imbécil”, “estúpido”, “idiota” y así…
No dijo nada y siguió caminando.
-Gracias, Diego.
-Ya déjalo –dijo sin mirarme- y deja de sonreír como estúpido.
Lancé una risa boba y me petrifique ante tanta frialdad.
Al terminar las clases, Diego y yo nos la pasamos la tarde haciendo las encuestas, copiamos algunas que se alcanzaban a distinguir en el papel mojado de las mías y me dijo que él se encargaba de la gráfica.
-Gracias –le repetí antes de que se fuera.
-No me las des, recuerda que sólo lo hago por los puntos –dijo dándome la espalda- y me refiero a las “gracias”.
-Pervertido –pensé- adiós Diego, nos vemos mañana.
Él se fue sin despedirse.
Al día siguiente se acercó a mi banco para decirme que ya había entregado el trabajo, Laura lo escuchó.
-¿A qué se refería?
-A las encuestas, él me ayudó…
-¿Enserio?
-Sí, pero fue sólo por los puntos. Donjuan dijo que si me ayudaba en lo que me faltara…
-Algo anda mal –dijo poniendo sus dedos en la barbilla- se supone qu ese trabajo era para ayer.
-Sí, pero Donjuan faltó y dijo que podía entregarlo hoy y le dijo que me ayudara con lo que…
-Con lo que te faltara, sí, sí, pero ¿cómo supo Donjuan que iba a faltarte?
-Quizá se dio cuenta que era mucho.
-Diego es de los más listos del salón, no necesita esos puntos –replicó con una voz misteriosa- ¿estás seguro que Donjuan le dijo que te ayudara?
-Eso fue lo que él dijo…
-Más nunca lo escuchaste. Así que Diego pudo inventar la parte en donde le daban permiso de ayudarte.
Las palabras de Laura me hicieron pensar y para despejar mis dudas decidí ir con Donjuan a preguntare cuantos puntos me había dado, mientras revisaba su lista para decirme, yo me fijaba en las calificaciones de Diego, que como dijo Laura, no necesitaba los puntos.
-Te dí 20, con eso pasas –dijo el maestro.
-¿Y a Diego no le pidió ningún trabajo? –pregunté.
-No, ¿para qué si es mi mejor alumno?
-Sí, es cierto, gracias profe.
A partir de eso, cosas extrañas comenzaron a ocurrir… Diego dejó de ignorar mis miradas y en ocasiones me las devolvía, aunque fuesen pequeñas, estaban ahí… también mostraba preocupación por mí cuando tenía algún problema pero siempre tenía alguna excusa para evadir mi gratitud. Seguía tratándome mal pero ya me había acostumbrado y en lugar de molestarme, me había enamorado cada vez más de él, tanto que tomé la decisión de decírselo porque él me había dado motivos, pero entonces ocurrió eso, me respondió un “te amo” con un “te mataré”, cuanto contraste tenían ambas frases y cuantos significados guardaban…
Llegué a mi casa y me tiré en mi cama, tomé una almohada, la abracé y me quedé dormido. No sé cuanto tiempo pasó pero todo estaba oscuro cuando escuché que alguien abrió la puerta principal, subió rápidamente las escaleras y abrió la puerta de mi habitación. Me senté de un salto en la cama y Diego me apuntó con una pistola justo en la frente. Desperté gritando al escuchar el disparo.
-Un sueño… -susurré- pero puede volverse real.
Me levanté y caminé hacia mi computadora. Google apareció ante mis ojos y tecleé “Diego Sauceda”. Después de descartar muchas páginas sobre famosos con el mismo nombre, me encontré con un artículo que me llamo la atención:
Eran las 3 en punto cuando vi a Diego acercarse, su mochila le colgaba de su hombro derecho, el viento movía su hermoso cabello al mismo ritmo que a los limones y a las hojas del árbol. Se paró frente a mí y me miró directo a los ojos intimidándome por completo.
-¿Qué quieres? –preguntó con sus ojos clavados en mí.
-Diego, yo…–las palabras no salían, estaba muy nervioso- sa-sabes, tu me…
-¿Te gusto? –dijo mirándome con esa pinta de tipo gruñón en su rostro. La forma tan liberal en que lo dijo hizo que mi corazón se volviera loco y quisiese romper mi pecho para salir corriendo pero debía seguir…
-No sólo es eso –respondí mirando hacia abajo- Te amo.
Pasaron cerca de 3 segundos en que hubo un silencio total, no se escuchaba el canto de los pájaros, ni las conversaciones lejanas de las demás personas, como si el sonido se hubiese ocultado por lo que venía a continuación. Diego me tomó del cuello con su mano derecha casi estrangulándome, yo tomé su muñeca con mis dos manos tratando de alejarlo, pero fue inútil.
-Tu no me amas… aun –dijo mientras sonreía levemente- y más te vale que no lo hagas.
Luego de aquellas palabras me hizo retroceder hasta que mi espalda quedó pegada al tronco del árbol, acercó su cara a la mía y luego me mordió levemente el oído, lo cual me hizo sentir un leve cosquilleo en mi cuerpo.
-Porque si llegas a amarme –me susurró al oído- te mataré.
Chapter #1: “Get away from me”
Mi cuerpo se congeló mientras él se apartaba de mí, soltó mi cuello, sonrió y se marchó caminando tranquilamente.
Me toqué el cuello y me quedé ahí un momento. ¿Qué fue aquello? “Te mataré” ¿Fue enserio o lo dijo en sentido figurado? Tenía tanto tomar por sólo pensar que fuese real, pero debía serlo ya que venía de Diego, ese chico antisocial e insolente que trataba mal a todo el mundo y no le caía bien a nadie y que a pesar de todas esas cosas que lo hacían detestable, yo me había enamorado de él desde la primera vez que lo vi.
Recuerdo que había sido unos meses atrás, cuando entramos a la facultad, era el primer día y yo estaba totalmente nervioso, al punto que podría vomitar en cualquier momento.
De pronto, una leve ventisca de aire me hizo notar el olor a limón de aquel árbol en una de las orillas del campus. Decidí acercarme a él y arrancar una de las hojas para olerla, por alguna razón el olor a limón me tranquilizaba.
Vi a un joven sentado debajo del árbol que parecía leer un libro, esto hizo que me diera un poco de vergüenza al acercarme y arrancar la hoja, pero aquel muchacho ni siquiera pareció notarme, estaba totalmente sumergido en su lectura. Eché un vistazo al título del libro, era “Romeo y Julieta”. Luego mi mirada se desvió hacia la cara de su propietario, tenía unos 19 años, era aperlado, de cabello oscuro, ojos cafés y un cabello liso hermoso que ya tenía un tanto largo y que se movía con tal elegancia gracias al viento. Cuando me dí cuenta, ya me estaba mirando.
-¿Qué me ves? –dijo mirándome como si me odiara.
-Ah, hola, este yo… -entonces recordé su libro- miraba tu libro, así que te gusta Shakespeare.
Siguió mirándome con una indiferencia fatal.
-Es un muy buen título –dije sonriendo.
De pronto su mirada cambió, sus ojos se abrieron asombrados por un pequeño lapso de tiempo. Se levantó y volvió a mirarme enojado. Llevaba unos jeans, tennis y una playera negra pegada al cuerpo que me dejó ver su fantástico abdomen y sus resaltantes bíceps que me dejaron atónito por unos segundos… hasta que intenté mirar hacia otro lado, él se fue. Lo seguí mirando mientras se alejaba y olí mi hoja. Me tranquilicé y busqué mi salón. Al llegar ya me sentía más tranquilo, m había dado un “taco de ojo” con ese chico, a pesar de que no conseguí su nombre. Entonces lo vi cruzar la puerta del aula, él pareció sentir mi mirada y volteó en mi dirección, al verme se sentó en el primer banco vacío que encontró, yo estaba hasta atrás y me pareció muy obvio que no quería estar cerca de mí. La maestra entró y nos dio la primera clase.
Al comenzar el receso pensé en acercarme de nuevo, el tipo me había llamado demasiado la atención como para dejarlo así. La mayoría de mis compañeros ya habían salido, él permaneció en su banco mordiéndose una uña. Me levanté de mi asiento y me acerqué a él, me paré justo frente a su banco, él levantó la cabeza levemente y me miró con sus ojos de aberración total.
-Creo que tuvimos un mal comienzo –dije poniendo mi mano en la nuca y riéndome nerviosamente- me llamo Carlos.
Alcé mi mano hacia su cara y sonreí. Él se levantó y se fue. Yo me quedé con mi mano en el aire y riéndome bobamente mientras los demás me miraban extrañados. Salí despistadamente del salón y entré al baño. Miré por un momento mi cabello corto y rizado, luego la ropa elegante que había usado para causar una buena impresión el primer día, llevaba un pantalón de vestir negro y una camisa morada. Mi piel es aperlada, mi cabello y ojos son oscuros y no soy muy alto… digamos que me defiendo. Me revisé de pies a cabeza para tratar de encontrar que era lo que le caía tan mal de mí al chico ese, pero no logré encontrar nada inusual.
-Quizá sólo le parezco estúpido –dije mirándome al espejo y apoyando mis manos en el lavabo.
-Si le hablas a u reflejo, debes serlo –respondió él mientras se acercaba a lavarse las manos.
La vergüenza casi me hace desmayarme ahí mismo pero traté de olvidarla e hice otro esfuerzo por acercarme.
-¿Por qué tanta hostilidad? ¿Qué te he hecho yo?
-No eres tú, es la gente.
-¿La gente? –pregunté atontado.
-No me gusta la gente –dijo secándose las manos.
Caminó hacia la salida del baño.
-Al menos dime tu nombre… -dije alzando un poco la voz.
-Si tanto te interesa –respondió sin mirarme- averígualo tú.
Salió del baño dejándome con la duda.
-Este tipo… -dije para mis adentros- me trata como basura, pero me sigue pareciendo tan lindo… creo que soy masoquista.
Volví al salón y seguí observando al chico. En ocasiones se daba cuenta pero simplemente me ignoraba. También me di cuenta que trataba mal a todo aquel que se le acercaba, fuese quien fuese, hablaba lo menos posible. Pareciese que quería influirnos temor… y lo lograba.
En la siguiente clase puse atención cuando el profesor tomó lista y así pude saber su nombre: Diego Sauceda.
Pasaron las semanas, yo traté muchas veces de acercarme a él pero siempre era tratado de la forma más cruel en que se puede tratar a alguien. Mientras tanto, mis compañeros comenzaron a crear rumores sobre él. En una ocasión dijeron que era un ex-convicto, en otra que se trataba de un asesino en serie prófugo de la justicia. Yo no sabía si reírme o llorar. Diego se hacía el desentendido pero algo me decía que estaba consciente de todo aquello.
Mis penas eran escuchadas por mi nueva mejor amiga, Laura, una chica de mi salón. Era bajita de cabello teñido y algo maltratado, morena de ojos negros y delgada.
-Sigo sin entender cómo te puede gustar –dijo mirándose las uñas.
-Yo tampoco –respondí con la cabeza apoyada en mi palma- pero hay algo que me llama la atención de él, no sé cómo explicarlo.
-Pues yo no creo que sienta lo mismo por ti, ese tipo es un insensible.
-Ya sé, pero me da igual. Seguiré intentando.
-Hasta que harte de ti y te golpeé.
-Entonces lo intentaré con mayor razón.
-Me das miedo.
-Me doy miedo a mí mismo –dije bajando la cabeza.
En ese momento, una chica que cargaba una carpeta se acercó a nosotros, me miró y se mostró dudosa un momento.
-¿Eres Carlos García? –preguntó algo apenada.
-Sí –contesté mirándola.
La chica dejó caer la pesada carpeta en mi banco.
-El profe Donjuan me dijo que te diera eso.
-¿Qué es? –pregunté tomando la carpeta.
-Encuestas, quiere que vayas a las distintas facultades y las hagas a 10 estudiantes de cada una, incluyendo las del Hospital Universitario.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué yo?! –pregunté aterrado.
-Dijo que necesitas los puntos y si no quieres hacerlos –dijo alzando su mano hacia mi- te vas a segundas.
Miré a Laura y me resigné.
-Déjalas aquí, yo me encargo.
-Las quiere el lunes a primera hora en su escritorio –dijo sonriendo.
-¡¿Este lunes?! Pero hoy es jueves…
-Y quiere una gráfica de barras con la información obtenida.
Me molesté, pero sí necesitaba los puntos.
-Dile que lo tendrá todo el lunes a primera hora.
La chica volvió a sonreír y se fue.
-Zorra –dije al instante.
-Ella no tiene la culpa.
-Le decía al profe… nimodo. ¿Tienes algo que hacer el fin?
-Sí, tendrás que conseguir a alguien más que te ayude.
-Mierda.
Tras el abandono de Laura, tuve que hacer las encuestas yo solo y fue un total martirio. Algunos se burlaban de las preguntas y se tardaban años en responder por hacerse los graciosos con sus amigos, otros me ignoraban, algunos cuantos no entendieron cómo llenarlas y lo hicieron mal, así que opté por hacerles las preguntas yo mismo, lo cual fue mucho más tardado. Logré avanzar mucho jueves y viernes, por desgracia no encontré muchos estudiantes durante el fin de semana y tuve que inventar las respuestas, esto fue igual de tardado ya que tenía que fijarme en no contestarlas de la misma forma tan seguido.
Terminé la gráfica a las 2 de la mañana del domingo. Mi impresora no tenía tinta y mejor me fui a dormir, me preocuparía por la gráfica al día siguiente. Por desgracia, no logré dormir bien, soñé que no lograba imprimir la hoja y el profe rompía las encuestas en mi cara, desperté totalmente aterrado y me levanté a prepararme para la escuela. Tomé mis encuestas y mi usb, donde iba contenida la dichosa gráfica. Afuera llovía, así que pedí un taxi para que mi trabajo no se mojara, en el camino recordé que en la facultad había un ciber que abría a las 6:30 de la mañana, allí podría imprimir mi gráfica. Al llegar, bajé del taxi saltando los charcos y mojándome la cabeza, traté de proteger mis encuestas como pude, estaba a unos cuantos pasos del ciber cuando pise mis propias cintas y caí en un enorme charco de agua sucia, mis encuestas se mojaron por completo y la usb, que llevaba preparada en mi mano, se mojó junto con ellas. Me quedé en el charco, de rodillas, mirando mi trabajo flotando en ese asqueroso charco, atónito.
-¿Estás bien? –preguntó una voz conocida.
Diego me tomó de los brazos y me levantó del charco.
-Oye… ¿estás bien? –insistió.
Yo tenía la mirada perdida, en mi mente seguía grabada la imagen de las encuestas mojadas. Diego me estrujó varias veces.
-¡Carlos, dime algo! –gritó mirándome a los ojos.
Yo lo miré y mis ojos se empañaron.
-Es-su-en –balbuceé.
-¿Qué? –preguntó preocupado.
Me puse a llorar como nunca. No me importo que me viera, era lo único que podía hacer en ese momento. Volví a balbucear algo.
-Cállate –dijo mientras me abrazaba y me cubría con su chaqueta.
-Sólo a un idiota como tú se le ocurre venir sin paraguas en un día como este –dijo sin dejar de abrazarme.
Intenté decirle que en mi casa sólo había uno y se lo habían llevado mis padres, pero creo que sólo dije “había” y “llevaron”. Yo seguía llorando y así pasaron varios minutos hasta que me dí cuenta que estábamos abrazados bajo la lluvia. Entonces me sonrojé, rápidamente él se hizo para atrás.
-Quédate con la chaqueta –dijo mientras daba media vuelta- ah sí. Venía a decirte que Donjuan llamó, dijo que no vendría hoy, que podías entregar el trabajo mañana y me pidió que te ayudara con que te faltara… o sea con todo.
Me agaché y vi mi trabajo en el charco, estuve a punto a de llorar otra vez pero me contuve.
-Así que… espérame a la salida –dijo mientras caminaba hacia el salón.
Corrí hasta alcanzarlo y me fui caminando junto a él.
-Es la primera vez que me llamas por mi nombre –dije sonriendo.
-¿Eh?
-Sí, siempre me dices: “oye tú”, “imbécil”, “estúpido”, “idiota” y así…
No dijo nada y siguió caminando.
-Gracias, Diego.
-Ya déjalo –dijo sin mirarme- y deja de sonreír como estúpido.
Lancé una risa boba y me petrifique ante tanta frialdad.
Al terminar las clases, Diego y yo nos la pasamos la tarde haciendo las encuestas, copiamos algunas que se alcanzaban a distinguir en el papel mojado de las mías y me dijo que él se encargaba de la gráfica.
-Gracias –le repetí antes de que se fuera.
-No me las des, recuerda que sólo lo hago por los puntos –dijo dándome la espalda- y me refiero a las “gracias”.
-Pervertido –pensé- adiós Diego, nos vemos mañana.
Él se fue sin despedirse.
Al día siguiente se acercó a mi banco para decirme que ya había entregado el trabajo, Laura lo escuchó.
-¿A qué se refería?
-A las encuestas, él me ayudó…
-¿Enserio?
-Sí, pero fue sólo por los puntos. Donjuan dijo que si me ayudaba en lo que me faltara…
-Algo anda mal –dijo poniendo sus dedos en la barbilla- se supone qu ese trabajo era para ayer.
-Sí, pero Donjuan faltó y dijo que podía entregarlo hoy y le dijo que me ayudara con lo que…
-Con lo que te faltara, sí, sí, pero ¿cómo supo Donjuan que iba a faltarte?
-Quizá se dio cuenta que era mucho.
-Diego es de los más listos del salón, no necesita esos puntos –replicó con una voz misteriosa- ¿estás seguro que Donjuan le dijo que te ayudara?
-Eso fue lo que él dijo…
-Más nunca lo escuchaste. Así que Diego pudo inventar la parte en donde le daban permiso de ayudarte.
Las palabras de Laura me hicieron pensar y para despejar mis dudas decidí ir con Donjuan a preguntare cuantos puntos me había dado, mientras revisaba su lista para decirme, yo me fijaba en las calificaciones de Diego, que como dijo Laura, no necesitaba los puntos.
-Te dí 20, con eso pasas –dijo el maestro.
-¿Y a Diego no le pidió ningún trabajo? –pregunté.
-No, ¿para qué si es mi mejor alumno?
-Sí, es cierto, gracias profe.
A partir de eso, cosas extrañas comenzaron a ocurrir… Diego dejó de ignorar mis miradas y en ocasiones me las devolvía, aunque fuesen pequeñas, estaban ahí… también mostraba preocupación por mí cuando tenía algún problema pero siempre tenía alguna excusa para evadir mi gratitud. Seguía tratándome mal pero ya me había acostumbrado y en lugar de molestarme, me había enamorado cada vez más de él, tanto que tomé la decisión de decírselo porque él me había dado motivos, pero entonces ocurrió eso, me respondió un “te amo” con un “te mataré”, cuanto contraste tenían ambas frases y cuantos significados guardaban…
Llegué a mi casa y me tiré en mi cama, tomé una almohada, la abracé y me quedé dormido. No sé cuanto tiempo pasó pero todo estaba oscuro cuando escuché que alguien abrió la puerta principal, subió rápidamente las escaleras y abrió la puerta de mi habitación. Me senté de un salto en la cama y Diego me apuntó con una pistola justo en la frente. Desperté gritando al escuchar el disparo.
-Un sueño… -susurré- pero puede volverse real.
Me levanté y caminé hacia mi computadora. Google apareció ante mis ojos y tecleé “Diego Sauceda”. Después de descartar muchas páginas sobre famosos con el mismo nombre, me encontré con un artículo que me llamo la atención:
Última edición por Machucarules el Sáb 6 Jun - 22:06, editado 2 veces
Re: Serial Love (Chap. 1)
Extraño homicidio de matrimonio en San Nicolás.
San Nicolás de los Garza, Nuevo León, 8 de Mayo de 1995.
Flor Nava de 25 años y Edgar Sauceda de 40 fueron brutalmente por su pequeño hijo de 7 años. Las autoridades no se explican como, Aaron Sauceda pudo acabar con la vida de sus padres de manera tan cruel…
El niño homicida fue llevado a un centro psiquiátrico para menores y su pequeño hermano, DiegoSauceda, de 5 años, se quedará a vivir bajo los cuidados de su abuela paterna…
-¡Diego! –Dije casi metiéndome al monitor- su hermano… ¿mató a sus papás?
Me levanté y di varias vueltas en mi cuarto, volví a la cama y me quedé dormido de nuevo.
En la mañana me fui de casa muy apresurado, necesitaba verlo, necesitaba hablar con él. ¿No es eso lo que haría el enamorado al saber que la persona amada tuvo la peor de las infancias?
De alguna forma supe que lo encontraría en el árbol de limones y en efecto, ahí estaba. Junto a él había un hombre joven, tenía la cabeza afeitada y tenía bigote, no era tan alto como Diego, más bien tenía mi estatura pero se parecía mucho a él. Parecían discutir.
-Su hermano –pensé mientras mi cuerpo sentía escalofríos al recordar la noticia- pero ¿qué clase de familia tiene Diego?
Los dejé hablar hasta que “Aaron” se fue. Me acerqué a Diego quien se veía algo molesto.
-Diego, necesitamos hablar –dije lo más serio posible.
-¿Qué quieres ahora? –preguntó tratándome como una molestia otra vez.
-Quiero una explicación sobre lo de ayer.
-No tengo tiempo para esas cosas… -caminó ignorándome y dejándome ahí parado con todas mis dudas.
-Sé lo de tus papás –dije sin poder contenerme.
Diego se detuvo y tiró una carcajada.
-¿De qué quieres exactamente una explicación? –preguntó sin voltearme a ver.
-Si te amo… ¿vas a matarme? –pregunté temblando.
-Sí –respondió en la misma posición- si llegas a amarme, te mataré, literalmente… así que… aléjate de mí.
Siguió caminando, lo tomé del brazo y lo obligué a voltear.
-Pero ¿por qué? –pregunté insistente.
-Eres un imbécil –dijo mientras me arrebataba su brazo- lo que descubriste es cierto, mi hermano mató a mis papás hace 14 años, cuando éramos apenas unos niños… y yo lo vi todo, de hecho, habría ayudado a mi hermano de no ser porque mi padre me amarró a una silla…
Me quedé congelado y boquiabierto. Diego dijo esto con tal tranquilidad que me hacía sentir un gran temor.
-¿Por qué hizo eso? –pregunté tartamudeando.
Diego bajó su cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró.
-Porque así tenía que suceder… -dijo rompiendo en llanto.
Mis dudas crecían junto con mi temor, mi cuerpo temblaba y mi corazón se destrozaba al ver a Diego llorar, entonces, mi boca, sin nadie que la controlase, dijo lo único que pudo…
-Confía en mí.
San Nicolás de los Garza, Nuevo León, 8 de Mayo de 1995.
Flor Nava de 25 años y Edgar Sauceda de 40 fueron brutalmente por su pequeño hijo de 7 años. Las autoridades no se explican como, Aaron Sauceda pudo acabar con la vida de sus padres de manera tan cruel…
El niño homicida fue llevado a un centro psiquiátrico para menores y su pequeño hermano, DiegoSauceda, de 5 años, se quedará a vivir bajo los cuidados de su abuela paterna…
-¡Diego! –Dije casi metiéndome al monitor- su hermano… ¿mató a sus papás?
Me levanté y di varias vueltas en mi cuarto, volví a la cama y me quedé dormido de nuevo.
En la mañana me fui de casa muy apresurado, necesitaba verlo, necesitaba hablar con él. ¿No es eso lo que haría el enamorado al saber que la persona amada tuvo la peor de las infancias?
De alguna forma supe que lo encontraría en el árbol de limones y en efecto, ahí estaba. Junto a él había un hombre joven, tenía la cabeza afeitada y tenía bigote, no era tan alto como Diego, más bien tenía mi estatura pero se parecía mucho a él. Parecían discutir.
-Su hermano –pensé mientras mi cuerpo sentía escalofríos al recordar la noticia- pero ¿qué clase de familia tiene Diego?
Los dejé hablar hasta que “Aaron” se fue. Me acerqué a Diego quien se veía algo molesto.
-Diego, necesitamos hablar –dije lo más serio posible.
-¿Qué quieres ahora? –preguntó tratándome como una molestia otra vez.
-Quiero una explicación sobre lo de ayer.
-No tengo tiempo para esas cosas… -caminó ignorándome y dejándome ahí parado con todas mis dudas.
-Sé lo de tus papás –dije sin poder contenerme.
Diego se detuvo y tiró una carcajada.
-¿De qué quieres exactamente una explicación? –preguntó sin voltearme a ver.
-Si te amo… ¿vas a matarme? –pregunté temblando.
-Sí –respondió en la misma posición- si llegas a amarme, te mataré, literalmente… así que… aléjate de mí.
Siguió caminando, lo tomé del brazo y lo obligué a voltear.
-Pero ¿por qué? –pregunté insistente.
-Eres un imbécil –dijo mientras me arrebataba su brazo- lo que descubriste es cierto, mi hermano mató a mis papás hace 14 años, cuando éramos apenas unos niños… y yo lo vi todo, de hecho, habría ayudado a mi hermano de no ser porque mi padre me amarró a una silla…
Me quedé congelado y boquiabierto. Diego dijo esto con tal tranquilidad que me hacía sentir un gran temor.
-¿Por qué hizo eso? –pregunté tartamudeando.
Diego bajó su cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró.
-Porque así tenía que suceder… -dijo rompiendo en llanto.
Mis dudas crecían junto con mi temor, mi cuerpo temblaba y mi corazón se destrozaba al ver a Diego llorar, entonces, mi boca, sin nadie que la controlase, dijo lo único que pudo…
-Confía en mí.
Re: Serial Love (Chap. 1)
machuca si sigues escribiendo
esto todos vamos a crreeer que eres
gay
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gay
pako_tigres- Jounin
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Re: Serial Love (Chap. 1)
pero me gusto la
historia ahora tu eres carlos
jajaja ntc
bno pinche mamon
historia ahora tu eres carlos
jajaja ntc
bno pinche mamon
pako_tigres- Jounin
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