El Deseo (Capítulo 2)
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El Deseo (Capítulo 2)
Dí un grito y arrojé la rosa lejos de mí, cayó cerca de la puerta de mi habitación. Me di unas bofetadas en la cara y me tranquilicé. Al parecer nadie me había escuchado. Recogí la rosa y la guarde en el cajón de un escritorio de madera que tenía al lado de mi cama. Cerré el cajón con llave y esta la guardé en mi mochila. Terminé de arreglarme y bajé a desayunar. Como había pensado, nadie me escuchó, de otra forma ya hubiese sido atacado por sus preguntas. Comí rápido y me fui corriendo a tomar el camión. No dejé de pensar en mi sueño durante todo el camino, si es que eso fue un sueño… ¿y la rosa? ¿Cómo llegó a mi cama? Llegué a la prepa, iba caminando hacia el salón tratando de encontrar una razón lógica para lo que me había pasado. Entonces vi a Manuel acercarse a mí, le sonreí y agité mi mano para saludarlo, de pronto se abalanzó sobre mí, me empujó hasta que choqué con la pared y me acorraló. Me tenía agarrado de los hombros con mucha fuerza.
-¿Te parece muy gracioso, no? –dijo furioso.
-¿Qué cosa? –respondí totalmente confundido.
-¡¿Por qué le dijiste a Francisco que yo era gay y que él me gustaba?!
-¡¿Qué?! Manuel, yo no le dije eso.
-¡No me mientas!
Manuel dio un golpe con su puño derecho a la pared. Yo me asusté y lo miré a los ojos para hablarle claro y ver si así me creía. Su mirada era distinta a la que siempre tenía, él estaba muy enojado conmigo, podría decir que hasta me odiaba.
-Traté de ser bueno contigo, traté de comprenderte y estaba dispuesto a continuar cerca de ti aunque tú… me equivoqué contigo, Saúl.
Manuel me soltó y se fue, yo aun sentía sus manos en mis hombros, me deslicé hacia abajo pegado a la pared hasta que me quedé sentado en el suelo. Me puse a llorar.
Capítulo #2: Agua y Aceite
Omar llegó corriendo y se arrodilló frente a mí. Yo me había tapado la cara con mis manos.
-¿Qué pasó? ¿Qué tenía ese tipo?
Yo no respondí, me quedé inmóvil. Omar me quitó las manos de la cara y vio mis lágrimas.
-Imbécil –dijo mientras me rodeaba el cuello con su brazo izquierdo y me acomodaba la cabeza en su hombro. Me abrazó con su otro brazo.
-Cualquiera que te haga llorar así es un imbécil…
Mi llanto empeoró con esto y así nos quedamos cerca de 3 minutos. Me hice para atrás y él me soltó, me limpié las lágrimas y recargué la cabeza en la pared, él se sentó a mi lado.
-¿Quieres hablar? –preguntó preocupado.
-Es que ni yo entiendo bien qué fue lo que pasó…
-¿Qué hacen aquí? –Dijo Erika acercándose- no sabía que éste era el nuevo punto de reunión. En fin…
Erika se sentó a mi lado.
-No van a creer lo que vi cuando venía llegando…
-Erika, Saúl está…
-No, no. Déjala que cuente –interrumpí.
-Gracias. Bueno, estaba a punto de entrar al salón cuando vi que Francisco y Manuel eran los únicos dentro, me quedé ahí afuera mirando qué hacían ya que ellos no se habían dado cuenta de que yo estaba ahí…
-Chismosa –interrumpió Omar.
-Sólo tenía curiosidad.
-Bueno sí, continúa…
-Ok, Manuel estaba sentado en la orilla del escritorio y Francisco estaba frente a él, al principio hablaban, luego vi que Francisco casi se le tira encima a Manuel y lo trató de besar, entonces Manuel lo empujó y se levantó muy asustado, casi lo golpea.
-Pues cómo no, hasta una mujer hubiera hecho eso mientras se tratara de ese tipo –dijo Omar burlándose.
-¿Y luego qué pasó? –pregunté con ansiedad.
-Manuel le gritó algo, Francisco estaba muy apenado y le dijo algo a Manuel, entonces entré y los dos se alejaron como si nada.
-Ahora lo entiendo todo –dije mientras me daba topes en la pared.
-¿Tiene eso algo que ver con que Manuel te haya…?
-Sí. Manuel me preguntó por qué le había dicho a Francisco que él era gay y que le gustaba Francisco.
-¡¿Tú dijiste eso?! –preguntó Erika levantando las cejas.
-Claro que no.
-Entonces ¿Por qué Francisco dijo eso?
-No sé, pero lo voy a descubrir –respondí mientras me ponía de pie. Omar y Erika también se levantaron y caminamos juntos hacia el salón.
-Si vuelvo a ver que ese tipo te trata de golpear, voy a tener que partírsela –dijo Omar tronándose los dedos.
-Y si Francisco vuelve a inventar algo como eso, voy a tener que partírsela –dijo Erika imitando a Omar.
-Francisco es un hombre, tiene más fuerza física que tú –replicó Omar.
-Por Dios, lo único que tiene de hombre son sus genitales –contestó ella.
-¡No seas tan explícita!
-Saben que tengo razón.
Entramos al salón, esta vez sentí la mirada de Francisco atravesándome el alma, yo intenté no mirarlo y fui directamente a mi banco donde me esperaba otra mirada aun más intimidante, la de Manuel. Me descolgué la mochila y la puse en el suelo, me senté.
En todo ese tiempo, Manuel no me había quitado la vista de encima, la clase estaba por comenzar. Manuel se acercó a mí y me habló al oído.
-O te cambias tú o me cambio yo.
Su orden me puso furioso, era algo que no había experimentado antes con él y dejé que la furia hablara.
-Yo no tengo por qué cambiarme de lugar, así que si tanto quieres estar lejos de mí, cámbiate tú.
Al escuchar esto se levantó, caminó hasta el otro extremo del salón y se sentó en la esquina, delante de Jennifer. Llegué a pensar que lo había hecho a propósito, pero me di cuenta que era el único banco disponible. De todos modos sentía una extraña sensación en mi cuerpo, me sentía muy enojado pero también triste. El destino me había puesto a Manuel tan cerca y ahora me lo había arrebatado para dárselo a la culona de la esquina. Yo sólo me quedé con mis celos y un montón de dudas.
Omar aprovechó y se cambió detrás de mí. Que bueno que al menos lo tenía a él y a Erika cerca, en esos momentos eran mi sostén.
Mientras los miraba recordé el día en que comenzábamos a estar juntos. Como ya lo había dicho, Omar y yo somos amigos desde que éramos niños, en la secundaria tocamos en salones distintos pero en los recreos comíamos juntos y decidimos entrar en la misma preparatoria para seguir en contacto. Por suerte tocamos en el mismo salón. Éramos muy unidos y yo lo sentía como un miembro más de mi familia. A Erika la conocí al entrar a la prepa, durante los cursos. Llegué tarde el primer día y el único banco libre estaba frente a ella. Para el receso ya nos habíamos hecho amigos y decidí presentarle a Omar.
-Él es Omar y ella es Erika, una compañera de nuestro salón.
-¿Él es tu novio? –preguntó ella.
Omar y yo nos quedamos petrificados, yo ni siquiera le había hablado sobre mi orientación sexual.
-Sólo somos amigos –respondí riéndome bobamente.
Omar parecía ofendido y Erika no se veía convencida.
-Ahora resulta que uno no puedo tener amigos sin que piensen que uno es gay –replicó él.
-Es que he visto cada caso. –Comentó ella- en estos tiempos es mejor suponer que un hombre es gay a que es heterosexual.
-Eso no es cierto –respondió furioso.
-Sí lo es –insistió ella.
-¿Y qué hay de las mujeres? –preguntó Omar.
-Las mujeres somos volubles.
-¿A qué te refieres con “volubles”?
-A que nosotras podemos…
Después de eso, tuve que soportar toda una plática sobre la homosexualidad en nuestros días, aunque yo ni siquiera participé como en las otras tantas discusiones que Erika y Omar sostenían todo el tiempo. Peleaban por cualquier cosa, no parecían llevarse bien en lo más mínimo pero de todas formas seguían junto a mí. En ese entonces yo creía que era el único motivo por el que seguían juntos y me di cuenta que estaba equivocado cuando el semestre estaba a punto de terminar. Era la última semana de indicativos cuando Omar me habló para darme la noticia.
-¡¿Andas con Erika?! –pregunté sorprendido.
-Sí –contestó indiferente.
-Pero tú y ella siempre… ¿por qué no me dijiste nada?
-Fue algo espontáneo, ni siquiera yo me había dado cuenta.
Entonces lo pensé y tenía sentido, siempre discutiendo pero aun juntos. Pasaron de ser agua y aceite a una feliz pareja. Del odio al amor…
Volví en mí cuando Machuca, el profesor de inglés, nos puso a cantar “More than words”. Al terminar la clase, Erika, Omar y yo acorralamos a Francisco dentro del salón.
-Oye travesti de Morelos –dijo Erika golpeando la paleta del banco de Francisco.
-Basta, Erika. No hay necesidad de insultarlo –dije para calmarla.
-¿Qué quieres? –Preguntó Francisco- ¿Vienes a decirme más mentiras sobre Manuel?
-¡Espérame tantito, puta barata! –respondí.
-Saúl, tranquilízate –dijo Omar.
-¡Él empezó! –repliqué.
-Francisco, ¿Saúl te dijo algo sobre Manuel? –preguntó Omar.
-A mí no…
-Entonces Manuel entendió mal –dije algo aliviado.
-Sí, es un pendejo. Yo le dije que tú habías dicho mas no dije que a mí. A mi me contaron…
-Aquí el único pendejo eres tú –contestó Erika- por andarte creyendo de lo que dice otra gente.
-¿Quién te dijo? –pregunté.
-Jennifer.
¡Jennifer! ¡Claro! ¡Qué estúpido!
-¡Hija de la…! –Exclamé haciendo una pausa- Entonces, ¿creen que Manuel le haya dicho que yo me le declaré?
-No –respondió Omar- creo que Jennifer dio en el clavo sin querer. Su plan era que Francisco le dijera a Manuel que tú fuiste quien dijo que era gay y eso, así Manuel podría interpretarlo como lo interpretó y tú quedarías como el malo, pero visto que te le declaraste, todo se complicó más. Manuel pensó que le dijiste eso a Francisco como una broma de venganza por haberte rechazado.
-Es cierto –dije poniéndome una mano en la frente- Manuel me dijo: “Me equivoqué contigo”.
-Porque no creía que fueras a hacer eso –supuso Erika.
-¡Y no lo hice! Francisco, tienes que hablar con Manuel y decirle que todo fue una mentira de Jennifer.
-¿Yo? ¿Y crees que él quiere hablar conmigo después de lo qué pasó?
Lo pensé un momento, Francisco tenía razón. Manuel no iba a querer dirigirnos la palabra a ninguno de los dos.
-¿Y ahora qué voy a hacer?
-Ahora iremos a la cafetería a comer, ya pensaremos en algo para resolver esto –dijo Omar mientras abría la puerta del salón.
Salimos. Manuel, Jennifer, Cecy y otros compañeros estaban a unos pasos de la puerta, al vernos comenzaron las indirectas.
-Y… ¿Por qué te cambiaste de lugar así tan de repente, Manuel? –preguntó Jennifer mirándome.
-Estaba rodeado de acosadores –respondió él.
Su comentario me hizo enojar de nuevo, era tan injusto que me tratara mal por algo que yo no había hecho. Llegamos a la cafetería, nos sentamos y Erika fue a comprar algo de comer.
-¿Te sientes mejor?
-No, todo se pone peor… lo que me dijiste antes…
-¿Qué cosa?
-“Cualquiera que te haga llorar así es un imbécil”
-Es verdad. Aun cuando éramos niños nadie lograba quitarte esa maldita sonrisa, ni tus ánimos, es la primera vez que te veo llorar como un bebé.
-No estaba llorando como un bebé –dije cruzando los brazos.
-A que sí –dijo burlándose- por eso digo que sólo un verdadero imbécil pudo ponerte así.
-Gracias, por lo de…
-Para eso estoy ¿o no? –dijo sonriendo.
Omar siempre sabía cómo hacerme sentir mejor. Era alto, cabello rubio y rizado, ojos verdes, piel blanca, su cuerpo era escultural y tenía una sonrisa que intimidaba a cualquier mujer. Omar y yo éramos como hermanos, yo consideraba que ese cariño era mucho más importante que cualquier otro y me parecía genial contar con alguien que siempre estuviese a tu lado sin importar lo que sucediera, la mayoría de las parejas pierden contacto en cuanto terminan, pero los amigo de verdad siempre están ahí.
-Estoy celoso –dije con resignación.
-Es normal, él se fue con ella –contestó de nuevo indiferente.
-De todas tenía que ser ella… mejor debería olvidarme de esto.
-¿Dejarlo así? –preguntó Erika mientras se sentaba- ¿Ya ni siquiera te interesa su amistad?
-Él no va a creer nada de lo que le diga y no podemos ser amigos si no confía en mí, así que se jode.
-No creo que a él le afecte mucho –contestó Erika- pero si eso es lo que quieres…
A los pocos días me arrepentí de mi decisión e intenté hablar con Manuel, pero ni siquiera quiso escucharme. El tiempo se fue volando, Manuel y yo discutíamos cada vez que estábamos cerca. Yo había dejado de tartamudear y de ponerme nervioso cuando estaba con él ya que se había vuelto un patán, supongo que su amabilidad era lo que lo hacía encantador y esta se había terminado, o al menos para mí.
Ya era el último examen indicativo del segundo semestre. Al terminar todos salimos al pasillo para abrazarnos y despedirnos. De pronto recibí el inesperado abrazo de Cecy, quien tenía una barra de chocolate medio derretida que me embarró en la playera.
-¡Perdón! Se me olvidó que tenía el Carlos V en la mano –dijo casi tan hipócrita como Jennifer.
-No te preocupes –respondí del mismo modo –voy al baño a echarme un poco de agua.
Fui a los lavabos del baño, tomé un poco de agua con mi mano y la rocié en la mancha, luego la tallé con la playera y sólo conseguí hacerla más grande, levanté mi cabeza para agarrar más agua y me pareció ver una figura detrás de mi reflejada en el espejo. Miré el espejo de nuevo y vi a Manuel observándome desde la puerta del baño que estaba tras de mí. Se acercó, dí la vuelta para mirarlo de frente, creí que si estaba de espaldas me intimidaría más, pero me equivoqué. Me comencé a sentir mucho más nervioso que antes, Manuel me miraba directamente a los ojos, se detuvo justo frente a mí, nunca había estado tan cerca de él, hasta podía oler su aliento, creo que también acababa de comerse un Carlos V… Manuel se agachó un poco hasta juntar sus labios a los míos, comenzó con un pequeño roce, muy suave y tierno, luego me tomó de la nuca y me pegó más a él, pasamos de algo lindo a un beso más salvaje donde casi me arranca los labios, no sé cuánto tiempo pasó pero para mí el tiempo ni siquiera existía. Me soltó inesperadamente y me dio un abrazo.
-Te voy a extrañar mucho –me dijo al oído.
Yo no pude decir nada. Me soltó, dio media vuelta y salió del baño. Yo estaba atónito, pasó cerca de 1 minuto antes de que pudiera reaccionar y hacer algo. Entonces sacudí la cabeza y salí corriendo del baño, me encontré con una multitud de chavos caminando hacia todas partes, me paré de puntitas y alcé la cabeza para encontrarlo pero no fue así.
-¡Saúl! – me gritó Erika levantando su mano en el aire.
Me dirigí con ella y Omar.
-¿Han visto a Manuel?
-Se fue hace un momento –respondió Omar apuntando a la salida de la prepa.
Me fui corriendo hacia allá y salí, volteé para todas partes pero no lo encontré. Erika y Omar salieron y se acercaron.
-¿Ahora qué pasó? –preguntó Omar.
-¡Me besó! –respondí gritando. Las personas de alrededor voltearon y nos miraron de una manera extraña- No sé si lo soñé o…
Saboreé mi boca.
-No, sí pasó… mi boca sabe a chocolate, a Carlos V… él olía a chocolate.
-Lo vi comiéndose uno hace rato -dijo Erika- ¡Te dije que era gay!
Las personas voltearon de nuevo.
-Mejor caminemos –respondí moviéndome con dirección al parque, ellos caminaban a mi lado.
-¿Entonces qué onda? –me cuestionó Omar.
-No sé, no tengo idea… me besaron –dije imitando a la borracha que chocó.
-¿Cómo que no tienes idea? ¿Qué te dijo? –preguntó Erika.
-“Te voy a extrañar mucho”
-¿Qué más?
-No hay más
-¿Qué hizo después?
-Se fue, ni siquiera se lavó las manos… que cochino.
-Ese tipo está loco –comentó Omar.
-¡Miren! Es él… -dijo Erika mientras apuntaba a una camioneta en movimiento.
Miré detenidamente y lo vi dentro de ella con su madre conduciéndola, se alejaron.
-Mierda –dije mirando la camioneta- teniendo todo el tiempo del mundo y lo hizo hasta ahora…
Recordé entonces mi deseo, la balanza y la rosa en mi habitación.
-Debo irme –les dije a mis amigos mientras corría a tomar el camión.
-¿Te parece muy gracioso, no? –dijo furioso.
-¿Qué cosa? –respondí totalmente confundido.
-¡¿Por qué le dijiste a Francisco que yo era gay y que él me gustaba?!
-¡¿Qué?! Manuel, yo no le dije eso.
-¡No me mientas!
Manuel dio un golpe con su puño derecho a la pared. Yo me asusté y lo miré a los ojos para hablarle claro y ver si así me creía. Su mirada era distinta a la que siempre tenía, él estaba muy enojado conmigo, podría decir que hasta me odiaba.
-Traté de ser bueno contigo, traté de comprenderte y estaba dispuesto a continuar cerca de ti aunque tú… me equivoqué contigo, Saúl.
Manuel me soltó y se fue, yo aun sentía sus manos en mis hombros, me deslicé hacia abajo pegado a la pared hasta que me quedé sentado en el suelo. Me puse a llorar.
Capítulo #2: Agua y Aceite
Omar llegó corriendo y se arrodilló frente a mí. Yo me había tapado la cara con mis manos.
-¿Qué pasó? ¿Qué tenía ese tipo?
Yo no respondí, me quedé inmóvil. Omar me quitó las manos de la cara y vio mis lágrimas.
-Imbécil –dijo mientras me rodeaba el cuello con su brazo izquierdo y me acomodaba la cabeza en su hombro. Me abrazó con su otro brazo.
-Cualquiera que te haga llorar así es un imbécil…
Mi llanto empeoró con esto y así nos quedamos cerca de 3 minutos. Me hice para atrás y él me soltó, me limpié las lágrimas y recargué la cabeza en la pared, él se sentó a mi lado.
-¿Quieres hablar? –preguntó preocupado.
-Es que ni yo entiendo bien qué fue lo que pasó…
-¿Qué hacen aquí? –Dijo Erika acercándose- no sabía que éste era el nuevo punto de reunión. En fin…
Erika se sentó a mi lado.
-No van a creer lo que vi cuando venía llegando…
-Erika, Saúl está…
-No, no. Déjala que cuente –interrumpí.
-Gracias. Bueno, estaba a punto de entrar al salón cuando vi que Francisco y Manuel eran los únicos dentro, me quedé ahí afuera mirando qué hacían ya que ellos no se habían dado cuenta de que yo estaba ahí…
-Chismosa –interrumpió Omar.
-Sólo tenía curiosidad.
-Bueno sí, continúa…
-Ok, Manuel estaba sentado en la orilla del escritorio y Francisco estaba frente a él, al principio hablaban, luego vi que Francisco casi se le tira encima a Manuel y lo trató de besar, entonces Manuel lo empujó y se levantó muy asustado, casi lo golpea.
-Pues cómo no, hasta una mujer hubiera hecho eso mientras se tratara de ese tipo –dijo Omar burlándose.
-¿Y luego qué pasó? –pregunté con ansiedad.
-Manuel le gritó algo, Francisco estaba muy apenado y le dijo algo a Manuel, entonces entré y los dos se alejaron como si nada.
-Ahora lo entiendo todo –dije mientras me daba topes en la pared.
-¿Tiene eso algo que ver con que Manuel te haya…?
-Sí. Manuel me preguntó por qué le había dicho a Francisco que él era gay y que le gustaba Francisco.
-¡¿Tú dijiste eso?! –preguntó Erika levantando las cejas.
-Claro que no.
-Entonces ¿Por qué Francisco dijo eso?
-No sé, pero lo voy a descubrir –respondí mientras me ponía de pie. Omar y Erika también se levantaron y caminamos juntos hacia el salón.
-Si vuelvo a ver que ese tipo te trata de golpear, voy a tener que partírsela –dijo Omar tronándose los dedos.
-Y si Francisco vuelve a inventar algo como eso, voy a tener que partírsela –dijo Erika imitando a Omar.
-Francisco es un hombre, tiene más fuerza física que tú –replicó Omar.
-Por Dios, lo único que tiene de hombre son sus genitales –contestó ella.
-¡No seas tan explícita!
-Saben que tengo razón.
Entramos al salón, esta vez sentí la mirada de Francisco atravesándome el alma, yo intenté no mirarlo y fui directamente a mi banco donde me esperaba otra mirada aun más intimidante, la de Manuel. Me descolgué la mochila y la puse en el suelo, me senté.
En todo ese tiempo, Manuel no me había quitado la vista de encima, la clase estaba por comenzar. Manuel se acercó a mí y me habló al oído.
-O te cambias tú o me cambio yo.
Su orden me puso furioso, era algo que no había experimentado antes con él y dejé que la furia hablara.
-Yo no tengo por qué cambiarme de lugar, así que si tanto quieres estar lejos de mí, cámbiate tú.
Al escuchar esto se levantó, caminó hasta el otro extremo del salón y se sentó en la esquina, delante de Jennifer. Llegué a pensar que lo había hecho a propósito, pero me di cuenta que era el único banco disponible. De todos modos sentía una extraña sensación en mi cuerpo, me sentía muy enojado pero también triste. El destino me había puesto a Manuel tan cerca y ahora me lo había arrebatado para dárselo a la culona de la esquina. Yo sólo me quedé con mis celos y un montón de dudas.
Omar aprovechó y se cambió detrás de mí. Que bueno que al menos lo tenía a él y a Erika cerca, en esos momentos eran mi sostén.
Mientras los miraba recordé el día en que comenzábamos a estar juntos. Como ya lo había dicho, Omar y yo somos amigos desde que éramos niños, en la secundaria tocamos en salones distintos pero en los recreos comíamos juntos y decidimos entrar en la misma preparatoria para seguir en contacto. Por suerte tocamos en el mismo salón. Éramos muy unidos y yo lo sentía como un miembro más de mi familia. A Erika la conocí al entrar a la prepa, durante los cursos. Llegué tarde el primer día y el único banco libre estaba frente a ella. Para el receso ya nos habíamos hecho amigos y decidí presentarle a Omar.
-Él es Omar y ella es Erika, una compañera de nuestro salón.
-¿Él es tu novio? –preguntó ella.
Omar y yo nos quedamos petrificados, yo ni siquiera le había hablado sobre mi orientación sexual.
-Sólo somos amigos –respondí riéndome bobamente.
Omar parecía ofendido y Erika no se veía convencida.
-Ahora resulta que uno no puedo tener amigos sin que piensen que uno es gay –replicó él.
-Es que he visto cada caso. –Comentó ella- en estos tiempos es mejor suponer que un hombre es gay a que es heterosexual.
-Eso no es cierto –respondió furioso.
-Sí lo es –insistió ella.
-¿Y qué hay de las mujeres? –preguntó Omar.
-Las mujeres somos volubles.
-¿A qué te refieres con “volubles”?
-A que nosotras podemos…
Después de eso, tuve que soportar toda una plática sobre la homosexualidad en nuestros días, aunque yo ni siquiera participé como en las otras tantas discusiones que Erika y Omar sostenían todo el tiempo. Peleaban por cualquier cosa, no parecían llevarse bien en lo más mínimo pero de todas formas seguían junto a mí. En ese entonces yo creía que era el único motivo por el que seguían juntos y me di cuenta que estaba equivocado cuando el semestre estaba a punto de terminar. Era la última semana de indicativos cuando Omar me habló para darme la noticia.
-¡¿Andas con Erika?! –pregunté sorprendido.
-Sí –contestó indiferente.
-Pero tú y ella siempre… ¿por qué no me dijiste nada?
-Fue algo espontáneo, ni siquiera yo me había dado cuenta.
Entonces lo pensé y tenía sentido, siempre discutiendo pero aun juntos. Pasaron de ser agua y aceite a una feliz pareja. Del odio al amor…
Volví en mí cuando Machuca, el profesor de inglés, nos puso a cantar “More than words”. Al terminar la clase, Erika, Omar y yo acorralamos a Francisco dentro del salón.
-Oye travesti de Morelos –dijo Erika golpeando la paleta del banco de Francisco.
-Basta, Erika. No hay necesidad de insultarlo –dije para calmarla.
-¿Qué quieres? –Preguntó Francisco- ¿Vienes a decirme más mentiras sobre Manuel?
-¡Espérame tantito, puta barata! –respondí.
-Saúl, tranquilízate –dijo Omar.
-¡Él empezó! –repliqué.
-Francisco, ¿Saúl te dijo algo sobre Manuel? –preguntó Omar.
-A mí no…
-Entonces Manuel entendió mal –dije algo aliviado.
-Sí, es un pendejo. Yo le dije que tú habías dicho mas no dije que a mí. A mi me contaron…
-Aquí el único pendejo eres tú –contestó Erika- por andarte creyendo de lo que dice otra gente.
-¿Quién te dijo? –pregunté.
-Jennifer.
¡Jennifer! ¡Claro! ¡Qué estúpido!
-¡Hija de la…! –Exclamé haciendo una pausa- Entonces, ¿creen que Manuel le haya dicho que yo me le declaré?
-No –respondió Omar- creo que Jennifer dio en el clavo sin querer. Su plan era que Francisco le dijera a Manuel que tú fuiste quien dijo que era gay y eso, así Manuel podría interpretarlo como lo interpretó y tú quedarías como el malo, pero visto que te le declaraste, todo se complicó más. Manuel pensó que le dijiste eso a Francisco como una broma de venganza por haberte rechazado.
-Es cierto –dije poniéndome una mano en la frente- Manuel me dijo: “Me equivoqué contigo”.
-Porque no creía que fueras a hacer eso –supuso Erika.
-¡Y no lo hice! Francisco, tienes que hablar con Manuel y decirle que todo fue una mentira de Jennifer.
-¿Yo? ¿Y crees que él quiere hablar conmigo después de lo qué pasó?
Lo pensé un momento, Francisco tenía razón. Manuel no iba a querer dirigirnos la palabra a ninguno de los dos.
-¿Y ahora qué voy a hacer?
-Ahora iremos a la cafetería a comer, ya pensaremos en algo para resolver esto –dijo Omar mientras abría la puerta del salón.
Salimos. Manuel, Jennifer, Cecy y otros compañeros estaban a unos pasos de la puerta, al vernos comenzaron las indirectas.
-Y… ¿Por qué te cambiaste de lugar así tan de repente, Manuel? –preguntó Jennifer mirándome.
-Estaba rodeado de acosadores –respondió él.
Su comentario me hizo enojar de nuevo, era tan injusto que me tratara mal por algo que yo no había hecho. Llegamos a la cafetería, nos sentamos y Erika fue a comprar algo de comer.
-¿Te sientes mejor?
-No, todo se pone peor… lo que me dijiste antes…
-¿Qué cosa?
-“Cualquiera que te haga llorar así es un imbécil”
-Es verdad. Aun cuando éramos niños nadie lograba quitarte esa maldita sonrisa, ni tus ánimos, es la primera vez que te veo llorar como un bebé.
-No estaba llorando como un bebé –dije cruzando los brazos.
-A que sí –dijo burlándose- por eso digo que sólo un verdadero imbécil pudo ponerte así.
-Gracias, por lo de…
-Para eso estoy ¿o no? –dijo sonriendo.
Omar siempre sabía cómo hacerme sentir mejor. Era alto, cabello rubio y rizado, ojos verdes, piel blanca, su cuerpo era escultural y tenía una sonrisa que intimidaba a cualquier mujer. Omar y yo éramos como hermanos, yo consideraba que ese cariño era mucho más importante que cualquier otro y me parecía genial contar con alguien que siempre estuviese a tu lado sin importar lo que sucediera, la mayoría de las parejas pierden contacto en cuanto terminan, pero los amigo de verdad siempre están ahí.
-Estoy celoso –dije con resignación.
-Es normal, él se fue con ella –contestó de nuevo indiferente.
-De todas tenía que ser ella… mejor debería olvidarme de esto.
-¿Dejarlo así? –preguntó Erika mientras se sentaba- ¿Ya ni siquiera te interesa su amistad?
-Él no va a creer nada de lo que le diga y no podemos ser amigos si no confía en mí, así que se jode.
-No creo que a él le afecte mucho –contestó Erika- pero si eso es lo que quieres…
A los pocos días me arrepentí de mi decisión e intenté hablar con Manuel, pero ni siquiera quiso escucharme. El tiempo se fue volando, Manuel y yo discutíamos cada vez que estábamos cerca. Yo había dejado de tartamudear y de ponerme nervioso cuando estaba con él ya que se había vuelto un patán, supongo que su amabilidad era lo que lo hacía encantador y esta se había terminado, o al menos para mí.
Ya era el último examen indicativo del segundo semestre. Al terminar todos salimos al pasillo para abrazarnos y despedirnos. De pronto recibí el inesperado abrazo de Cecy, quien tenía una barra de chocolate medio derretida que me embarró en la playera.
-¡Perdón! Se me olvidó que tenía el Carlos V en la mano –dijo casi tan hipócrita como Jennifer.
-No te preocupes –respondí del mismo modo –voy al baño a echarme un poco de agua.
Fui a los lavabos del baño, tomé un poco de agua con mi mano y la rocié en la mancha, luego la tallé con la playera y sólo conseguí hacerla más grande, levanté mi cabeza para agarrar más agua y me pareció ver una figura detrás de mi reflejada en el espejo. Miré el espejo de nuevo y vi a Manuel observándome desde la puerta del baño que estaba tras de mí. Se acercó, dí la vuelta para mirarlo de frente, creí que si estaba de espaldas me intimidaría más, pero me equivoqué. Me comencé a sentir mucho más nervioso que antes, Manuel me miraba directamente a los ojos, se detuvo justo frente a mí, nunca había estado tan cerca de él, hasta podía oler su aliento, creo que también acababa de comerse un Carlos V… Manuel se agachó un poco hasta juntar sus labios a los míos, comenzó con un pequeño roce, muy suave y tierno, luego me tomó de la nuca y me pegó más a él, pasamos de algo lindo a un beso más salvaje donde casi me arranca los labios, no sé cuánto tiempo pasó pero para mí el tiempo ni siquiera existía. Me soltó inesperadamente y me dio un abrazo.
-Te voy a extrañar mucho –me dijo al oído.
Yo no pude decir nada. Me soltó, dio media vuelta y salió del baño. Yo estaba atónito, pasó cerca de 1 minuto antes de que pudiera reaccionar y hacer algo. Entonces sacudí la cabeza y salí corriendo del baño, me encontré con una multitud de chavos caminando hacia todas partes, me paré de puntitas y alcé la cabeza para encontrarlo pero no fue así.
-¡Saúl! – me gritó Erika levantando su mano en el aire.
Me dirigí con ella y Omar.
-¿Han visto a Manuel?
-Se fue hace un momento –respondió Omar apuntando a la salida de la prepa.
Me fui corriendo hacia allá y salí, volteé para todas partes pero no lo encontré. Erika y Omar salieron y se acercaron.
-¿Ahora qué pasó? –preguntó Omar.
-¡Me besó! –respondí gritando. Las personas de alrededor voltearon y nos miraron de una manera extraña- No sé si lo soñé o…
Saboreé mi boca.
-No, sí pasó… mi boca sabe a chocolate, a Carlos V… él olía a chocolate.
-Lo vi comiéndose uno hace rato -dijo Erika- ¡Te dije que era gay!
Las personas voltearon de nuevo.
-Mejor caminemos –respondí moviéndome con dirección al parque, ellos caminaban a mi lado.
-¿Entonces qué onda? –me cuestionó Omar.
-No sé, no tengo idea… me besaron –dije imitando a la borracha que chocó.
-¿Cómo que no tienes idea? ¿Qué te dijo? –preguntó Erika.
-“Te voy a extrañar mucho”
-¿Qué más?
-No hay más
-¿Qué hizo después?
-Se fue, ni siquiera se lavó las manos… que cochino.
-Ese tipo está loco –comentó Omar.
-¡Miren! Es él… -dijo Erika mientras apuntaba a una camioneta en movimiento.
Miré detenidamente y lo vi dentro de ella con su madre conduciéndola, se alejaron.
-Mierda –dije mirando la camioneta- teniendo todo el tiempo del mundo y lo hizo hasta ahora…
Recordé entonces mi deseo, la balanza y la rosa en mi habitación.
-Debo irme –les dije a mis amigos mientras corría a tomar el camión.
Última edición por Machucarules el Sáb 25 Abr - 22:15, editado 2 veces
Re: El Deseo (Capítulo 2)
Me subí a este sin sacar mi credencial, que el conductor me pidió, entonces abrí la mochila y la busqué, de pronto, el chofer dio un frenón que me hizo caer al suelo y varias cosas salieron de mi mochila, entre ellas la credencial.
-Cuidado, te caes –dijo él preocupado.
-No me diga –respondí levantándome con todo y mi credencial en la mano.
Al llegar a casa subí corriendo a mi habitación y lo primero que vi fue el cajón en aquel escritorio. Me acerqué y traté de abrirlo pero no pude, estaba cerrado con llave.
-¿Dónde puse la…?
Abrí mi mochila y busqué la llave pero no la encontré.
-Estoy seguro que la puse aquí… ¡el camión! Me caí y se me tiró todo.
Bajé por un martillo y golpeé el cajón con desesperación hasta que logré hacerle un agujero. Mi madre entró al cuarto.
-¿Qué demonios crees que haces?
-Abro el cajón.
-¿Tienes idea de lo que costó ese escritorio?
-No creo que mucho, lo destruí muy fácil.
-No podrás usar la computadora ni el teléfono hasta que se terminen las vacaciones.
-¡¿Qué?! ¡¿Por romper un estúpido cajón?!
-Tienes que aprender a cuidar tus cosas
-¿Y estando en cuarentena lo lograré?
-¿Qué era tan importante que tuviste que destruir el cajón para sacarlo? –preguntó metiendo la mano en el agujero. Lanzó un pequeño grito.
Entonces sacó la rosa y un condón que nos habían dado en una platica de la prepa.
-Eso… puedo explicarlo –dije nervioso.
-por lo vito también tendré que prohibirte que recibas y/o visites a alguien –dijo mirándome molesta.
Arrojó la rosa y el condón sobre la cama y salió.
-¡Sería diferente si fueran para una mujer ¿Verdad?! –grité molesto sin recibir respuesta.
Me arrojé en la cama junto a la rosa y el maldito condón. Noté que el botón de la rosa se había abierto un poco. Era imposible, había estado en el cajón desde que la encontré.
Fue entonces cuando comencé a creer que no había sido un sueño después de todo. El deseo se realizaría, sólo era cuestión de ser paciente. Ser paciente, justo ahora que no podía ponerme en contacto con Manuel para platicar con él acerca de lo que pasó y tampoco podía hablar con Erika ni Omar, ahora sólo podía ser paciente.
-Dios mío, dame paciencia… ¡Pero dámela ya! ¡Ahorita!
Pasé las vacaciones más aburridas de mi existencia. Nunca había ansiado tanto que iniciaran las clases. Guardé la rosa en otro cajón… lejos del condón. La miraba de vez en cuando y cada vez me parecía ver que el botón se abría un poco más.
Las clases comenzaban de nuevo, salí huyendo de mi casa y entré al salón donde Erika me recibió con un abrazo.
-¿Dónde estuviste durante las vacaciones? –Preguntó poniéndose las manos en la cintura- Omar y yo estuvimos buscándote pero nos decían que no estabas, lo mismo cuando llamábamos por teléfono y tu celular siempre estaba apagado. Tampoco te conectaste, ¿estabas castigado o algo así?
-Sí, por golpear un cajón con un martillo.
-¿Y por qué hiciste eso?
-Es que no me vas a creer… mira, el día en que me le declaré a Manuel tuve un sueño muy extraño donde vi a una balanza dorada que me dijo que me concedería un deseo y yo le pedí tener un noviazgo con Manuel, entonces la balanza me dio una rosa y me dijo que cuando floreciera, el deseo sería concedido.
-Y entonces, sonó el despertador.
-¡Exacto!
Erika me observaba incrédula.
-Cuando desperté tenía la rosa en mi mano, la guardé en ese cajón pero perdí la llave y por eso lo destruí, pero la rosa ha estado floreciendo sin que la cuide. Lo estuvo haciendo durante las vacaciones…
-Saúl, ¿enserio piensas que creeré eso?
-¿Te he mentido alguna vez?
Erika se quedó callada. La puerta del salón se abrió y dirigí mi mirada hacia ella. Manuel estaba entrando, al verme esbozó su magnífica sonrisa y la timidez volvió a mí. Manuel pasó a mi lado sin decir nada y se sentó frente a Jennifer de nuevo.
-Eso es amor del bueno –dijo Erika.
-No tienes que ser sarcástica –respondí.
-No lo soy. Es en serio, la forma en que te miraba… era diferente.
-¿Diferente?
-Sí ¿no lo viste?
-No.
Había retirado mi mirada desde que me sonrió. Las clases continuaron normalmente ese día…y el siguiente, el siguiente y el siguiente. Cada vez que me encontraba con Manuel, me miraba de la manera “diferente” que Erika mencionó. El viernes me harté, decidí hablar con Manuel sobre el beso y por arte de magia, ambos fuimos enviados a la sala de maestros por algunas libretas y un portafolio que Pilar, la maestra de biología, había olvidado. Manuel tomó la pila de libretas.
-¡Basta! –dije parándome frente a él.
-¿Basta de qué? –preguntó dejando las libretas en el escritorio de nuevo.
-De esto. Me miras, te miro, nos miramos…
-Sabes conjugar
-Y además está esto…
Lo tomé de las mejillas y me paré de puntitas para besarlo, a diferencia del primero, éste no perdió su ternura, pero yo casi perdía el equilibrio por estar así tanto tiempo.
-Perdón pero tenía que hacerlo.
-Y yo lo necesitaba, no estoy seguro de lo que pasó pero… poco después de que te me declaraste, comencé a sentir algo por ti. Al principio me confundí mucho pero terminé entendiendo que me enamoré de ti.
Lo abracé, nunca me había sentido tan feliz hasta ese momento.
-Lo extraño es –continuó diciendo- que tú eres el único. No me siento atraído por ningún otro hombre más que por ti.
-¿Eso debería halagarme o asustarme? –pensé.
-¿Vas a hacer algo mañana? –me preguntó.
-No ¿Por qué?
-Quería ir al cine contigo. ¿Vienes? –dijo algo apenado.
-¡Por supuesto! –Exclamé- digo, sí, claro.
Ese fue el fin de semana más feliz de mi vida. El sábado fuimos a “ver” una película aunque ni siquiera recuerdo cómo se llamaba, el domingo nos pasamos la tarde juntos, salimos a pasear al parque y le dije sobre la mentira de Jennifer. Él me dijo que eso ya no importaba. Obviamente les platiqué todo a Erika y Omar por Messenger.
El lunes por la mañana tomé la rosa que ya había florecido por completo, estaba hermosa, la metí en mi mochila y me fui a la escuela. Manuel volvió a sentarse detrás de mí, hasta que Omar llegó…
-Con permiso –dijo Omar mirando a Manuel.
-Decidí recuperar mi lugar, lo siento –contestó Manuel sonriendo.
-No, yo lo siento, “el que se fue a la villa…”
-No me voy a quitar
-¡Yo estaba ahí!
-¡Pero ahora estoy yo!
-Omar, basta –dijo Erika.
Volteé al escuchar que alzaron la voz.
-Dejemos que él decida –dijo Manuel.
-Bueno, veamos a quien elige –contestó Omar- elige, Saúl. Manuel o yo.
Ambos me miraban, cada uno estaba convencido de que sería el elegido. Entonces me dí cuenta que todo el salón me miraba, como si supiesen lo que sucedía. Me dieron escalofríos.
-Oye… Omar, Manu ya estaba sentado ahí…
Manuel lanzó una sonrisa pícara y Omar me miró fríamente, se fue a sentar en el banco de Manuel. ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía elegir entre los dos… aunque ya lo había hecho… pero fue una discusión por un banco, no se podía comparar a la vida real. ¿O sí?
Ese día tuvimos práctica de Ed. Física, Manuel se la pasó ayudándome todo el tiempo y al terminar, el profesor le dijo que le ayudara a guardar el material que usamos. Todos salieron de las canchas y Omar me detuvo para que habláramos ahí.
-Lo que hiciste hoy no me gustó para nada –dijo enojado.
-Ustedes fueron los que me obligaron a elegir.
-¿Y por qué él? ¡¿Qué tiene él que no tenga yo?! –gritó furioso.
-¿Eh?
Omar me acorraló en la pared, yo no entendía nada.
-¿No lo entiendes? –Dijo suavemente- Estoy celoso, muy celoso.
-No tienes porque estarlo –respondí- no voy a dejar de hablarte sólo porque ande con él.
-¡No! ¡No! No es eso –contestó acercándose más a mí- Saúl, te amo…
No hay palabras que describan mi conmoción por esa confesión…
-Me di cuenta cuando elegiste a Manuel y por como estuvieron durante la clase. Lo extraño es que… eres el único hombre que me atrae.
Tuve un Deja vu. Omar trató de besarme pero logré empujarlo un poco hacia atrás.
-¡Omar, no! Somos amigos, ¿recuerdas?
-Olvídate de él y dame una oportunidad a mí.
Me tomó de la cara y trató de besarme de nuevo, entonces vi como alguien le caía encima, era Manuel. Ambos cayeron al suelo y se revolcaron golpeándose.
-¡No! ¡Espera! ¡Manuel!
Creí ver a alguien en la entrada de las canchas y volteé. Erika estaba ahí, había estado ahí todo este tiempo, lo había visto todo. Lloraba…
-Cuidado, te caes –dijo él preocupado.
-No me diga –respondí levantándome con todo y mi credencial en la mano.
Al llegar a casa subí corriendo a mi habitación y lo primero que vi fue el cajón en aquel escritorio. Me acerqué y traté de abrirlo pero no pude, estaba cerrado con llave.
-¿Dónde puse la…?
Abrí mi mochila y busqué la llave pero no la encontré.
-Estoy seguro que la puse aquí… ¡el camión! Me caí y se me tiró todo.
Bajé por un martillo y golpeé el cajón con desesperación hasta que logré hacerle un agujero. Mi madre entró al cuarto.
-¿Qué demonios crees que haces?
-Abro el cajón.
-¿Tienes idea de lo que costó ese escritorio?
-No creo que mucho, lo destruí muy fácil.
-No podrás usar la computadora ni el teléfono hasta que se terminen las vacaciones.
-¡¿Qué?! ¡¿Por romper un estúpido cajón?!
-Tienes que aprender a cuidar tus cosas
-¿Y estando en cuarentena lo lograré?
-¿Qué era tan importante que tuviste que destruir el cajón para sacarlo? –preguntó metiendo la mano en el agujero. Lanzó un pequeño grito.
Entonces sacó la rosa y un condón que nos habían dado en una platica de la prepa.
-Eso… puedo explicarlo –dije nervioso.
-por lo vito también tendré que prohibirte que recibas y/o visites a alguien –dijo mirándome molesta.
Arrojó la rosa y el condón sobre la cama y salió.
-¡Sería diferente si fueran para una mujer ¿Verdad?! –grité molesto sin recibir respuesta.
Me arrojé en la cama junto a la rosa y el maldito condón. Noté que el botón de la rosa se había abierto un poco. Era imposible, había estado en el cajón desde que la encontré.
Fue entonces cuando comencé a creer que no había sido un sueño después de todo. El deseo se realizaría, sólo era cuestión de ser paciente. Ser paciente, justo ahora que no podía ponerme en contacto con Manuel para platicar con él acerca de lo que pasó y tampoco podía hablar con Erika ni Omar, ahora sólo podía ser paciente.
-Dios mío, dame paciencia… ¡Pero dámela ya! ¡Ahorita!
Pasé las vacaciones más aburridas de mi existencia. Nunca había ansiado tanto que iniciaran las clases. Guardé la rosa en otro cajón… lejos del condón. La miraba de vez en cuando y cada vez me parecía ver que el botón se abría un poco más.
Las clases comenzaban de nuevo, salí huyendo de mi casa y entré al salón donde Erika me recibió con un abrazo.
-¿Dónde estuviste durante las vacaciones? –Preguntó poniéndose las manos en la cintura- Omar y yo estuvimos buscándote pero nos decían que no estabas, lo mismo cuando llamábamos por teléfono y tu celular siempre estaba apagado. Tampoco te conectaste, ¿estabas castigado o algo así?
-Sí, por golpear un cajón con un martillo.
-¿Y por qué hiciste eso?
-Es que no me vas a creer… mira, el día en que me le declaré a Manuel tuve un sueño muy extraño donde vi a una balanza dorada que me dijo que me concedería un deseo y yo le pedí tener un noviazgo con Manuel, entonces la balanza me dio una rosa y me dijo que cuando floreciera, el deseo sería concedido.
-Y entonces, sonó el despertador.
-¡Exacto!
Erika me observaba incrédula.
-Cuando desperté tenía la rosa en mi mano, la guardé en ese cajón pero perdí la llave y por eso lo destruí, pero la rosa ha estado floreciendo sin que la cuide. Lo estuvo haciendo durante las vacaciones…
-Saúl, ¿enserio piensas que creeré eso?
-¿Te he mentido alguna vez?
Erika se quedó callada. La puerta del salón se abrió y dirigí mi mirada hacia ella. Manuel estaba entrando, al verme esbozó su magnífica sonrisa y la timidez volvió a mí. Manuel pasó a mi lado sin decir nada y se sentó frente a Jennifer de nuevo.
-Eso es amor del bueno –dijo Erika.
-No tienes que ser sarcástica –respondí.
-No lo soy. Es en serio, la forma en que te miraba… era diferente.
-¿Diferente?
-Sí ¿no lo viste?
-No.
Había retirado mi mirada desde que me sonrió. Las clases continuaron normalmente ese día…y el siguiente, el siguiente y el siguiente. Cada vez que me encontraba con Manuel, me miraba de la manera “diferente” que Erika mencionó. El viernes me harté, decidí hablar con Manuel sobre el beso y por arte de magia, ambos fuimos enviados a la sala de maestros por algunas libretas y un portafolio que Pilar, la maestra de biología, había olvidado. Manuel tomó la pila de libretas.
-¡Basta! –dije parándome frente a él.
-¿Basta de qué? –preguntó dejando las libretas en el escritorio de nuevo.
-De esto. Me miras, te miro, nos miramos…
-Sabes conjugar
-Y además está esto…
Lo tomé de las mejillas y me paré de puntitas para besarlo, a diferencia del primero, éste no perdió su ternura, pero yo casi perdía el equilibrio por estar así tanto tiempo.
-Perdón pero tenía que hacerlo.
-Y yo lo necesitaba, no estoy seguro de lo que pasó pero… poco después de que te me declaraste, comencé a sentir algo por ti. Al principio me confundí mucho pero terminé entendiendo que me enamoré de ti.
Lo abracé, nunca me había sentido tan feliz hasta ese momento.
-Lo extraño es –continuó diciendo- que tú eres el único. No me siento atraído por ningún otro hombre más que por ti.
-¿Eso debería halagarme o asustarme? –pensé.
-¿Vas a hacer algo mañana? –me preguntó.
-No ¿Por qué?
-Quería ir al cine contigo. ¿Vienes? –dijo algo apenado.
-¡Por supuesto! –Exclamé- digo, sí, claro.
Ese fue el fin de semana más feliz de mi vida. El sábado fuimos a “ver” una película aunque ni siquiera recuerdo cómo se llamaba, el domingo nos pasamos la tarde juntos, salimos a pasear al parque y le dije sobre la mentira de Jennifer. Él me dijo que eso ya no importaba. Obviamente les platiqué todo a Erika y Omar por Messenger.
El lunes por la mañana tomé la rosa que ya había florecido por completo, estaba hermosa, la metí en mi mochila y me fui a la escuela. Manuel volvió a sentarse detrás de mí, hasta que Omar llegó…
-Con permiso –dijo Omar mirando a Manuel.
-Decidí recuperar mi lugar, lo siento –contestó Manuel sonriendo.
-No, yo lo siento, “el que se fue a la villa…”
-No me voy a quitar
-¡Yo estaba ahí!
-¡Pero ahora estoy yo!
-Omar, basta –dijo Erika.
Volteé al escuchar que alzaron la voz.
-Dejemos que él decida –dijo Manuel.
-Bueno, veamos a quien elige –contestó Omar- elige, Saúl. Manuel o yo.
Ambos me miraban, cada uno estaba convencido de que sería el elegido. Entonces me dí cuenta que todo el salón me miraba, como si supiesen lo que sucedía. Me dieron escalofríos.
-Oye… Omar, Manu ya estaba sentado ahí…
Manuel lanzó una sonrisa pícara y Omar me miró fríamente, se fue a sentar en el banco de Manuel. ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía elegir entre los dos… aunque ya lo había hecho… pero fue una discusión por un banco, no se podía comparar a la vida real. ¿O sí?
Ese día tuvimos práctica de Ed. Física, Manuel se la pasó ayudándome todo el tiempo y al terminar, el profesor le dijo que le ayudara a guardar el material que usamos. Todos salieron de las canchas y Omar me detuvo para que habláramos ahí.
-Lo que hiciste hoy no me gustó para nada –dijo enojado.
-Ustedes fueron los que me obligaron a elegir.
-¿Y por qué él? ¡¿Qué tiene él que no tenga yo?! –gritó furioso.
-¿Eh?
Omar me acorraló en la pared, yo no entendía nada.
-¿No lo entiendes? –Dijo suavemente- Estoy celoso, muy celoso.
-No tienes porque estarlo –respondí- no voy a dejar de hablarte sólo porque ande con él.
-¡No! ¡No! No es eso –contestó acercándose más a mí- Saúl, te amo…
No hay palabras que describan mi conmoción por esa confesión…
-Me di cuenta cuando elegiste a Manuel y por como estuvieron durante la clase. Lo extraño es que… eres el único hombre que me atrae.
Tuve un Deja vu. Omar trató de besarme pero logré empujarlo un poco hacia atrás.
-¡Omar, no! Somos amigos, ¿recuerdas?
-Olvídate de él y dame una oportunidad a mí.
Me tomó de la cara y trató de besarme de nuevo, entonces vi como alguien le caía encima, era Manuel. Ambos cayeron al suelo y se revolcaron golpeándose.
-¡No! ¡Espera! ¡Manuel!
Creí ver a alguien en la entrada de las canchas y volteé. Erika estaba ahí, había estado ahí todo este tiempo, lo había visto todo. Lloraba…
Re: El Deseo (Capítulo 2)
ke historia tan
gay pero
esta bonito revuelta confusa
no la entiendo jaja
como la vida esta bien
padre deberias hacer una hostoria
asi pero mas larga
aunke ke weva
pero ami en lo personal me gusta muzho
gay pero
esta bonito revuelta confusa
no la entiendo jaja
como la vida esta bien
padre deberias hacer una hostoria
asi pero mas larga
aunke ke weva
pero ami en lo personal me gusta muzho
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